La Unión Europea estuvo prácticamente ausente del debate electoral del 20-D. Somos miembros desde hace 30 años, 1 de enero de 1986, de la UE. Se trataría de analizar, muy sucintamente: lo que ha supuesto para España nuestra pertenencia a la UE; nuestra situación actual en la UE; las carencias y debilidades de la UE;  necesidades de la Unión desde el presente y hacia el futuro.

Durante tres cuartas partes del siglo XX, España fue una economía periférica, un país menor. Sin duda el indicador más relevante del éxito de la integración española, fue la convergencia en el nivel de renta per cápita, en 1986, cuando entramos en la Unión era tan solo del 68% de la media europea; en el 2.006 era el 98%,-30 puntos más, en sólo dos décadas – (Lo correcto sería poner los datos actuales, pero la situación de anormalidad en la que nos encontramos, “disfrutando” de esta maldita crisis, distorsionaría los datos al hacerlos en circunstancias no homogéneas). Desde nuestra adhesión y hasta 2013, España ha sido el mayor receptor de fondos comunitarios con más de 150.000 millones de €uros. No obstante, durante la etapa 2.007- 2013, Polonia con 67.284 de €uros, prácticamente dobla la cantidad asignada a España.

Sería injusto que el balance de la entrada de España en la UE se hiciera sólo en términos económicos. Políticamente, hasta el año 2011, alcanzamos la cabeza en las libertades y derechos civiles más avanzados. Sin olvidar que estábamos por debajo de la media de la UE en gasto social. En términos absolutos y per cápita. Las políticas de recortes, de austeridad, han dañado gravemente nuestro incipiente sistema de Estado de bienestar (Sanidad, Educación, Pensiones, Dependencia, Desempleo, etc)  que urgentemente hemos de recuperar en la recién iniciada legislatura.

Como miembros de la UE estamos sufriendo, en su versión más aguda, como país periférico, las consecuencias de la crisis y sobre todo de su tratamiento. Durante casi 30 años, los radicales del neoliberalismo han estado predicando que, solo la libertad de los mercados posibilitaría el progreso de la sociedad. Esta ha sido la doctrina dominante en la política y en la llamada ciencia económica. Todo esto se ha derrumbado con estrépito con la crisis financiera de 2009. Los mercados liberalizados y desregulados fueron ineficientes y aquellos que anunciaban la doctrina dominante como dogma de fe y defendido intereses bien concretos, que estaban muy lejos del bien común, quedaron al descubierto con semejante fracaso. A veces Europa da la sensación de ser un sorprendente club, venido a menos, que solo se dedica a los problemas contables.

Es un ejercicio inútil esperar algo positivo de las respuestas de los conservadores y liberales europeos – el PP europeo -. Aunque ahora no quieran darse por aludidos de que han fracasado en sus ideas de mercados libres y autosuficientes. Es sintomático que la presidenta del Gobierno alemán Angela Merkel, dijera que: “de lo que se trata es de las democracias conformes a mercados” . Como ciudadanos europeos necesitamos “mercados conformes a la democracia”, “mercados que se adecuen a una política democrática”.Lo que necesitamos Sara. Merkel, es una europeización de la economía social de mercado orientada al bienestar a largo plazo de toda la ciudadanía europea, no al rápido beneficio de unos pocos. En el Parlamento Europeo hay grupos políticos de Progreso, que quieren unas políticas nuevas y distintas para Europa. Necesitamos conjugar solidez financiera con solidaridad europea y disciplina presupuestaria  con crecimiento y empleo, prestándole especial atención a la predistribución de rentas y riqueza, para reducir al mínimo la sangrienta desigualdad.

Cuando se habla de Europa, se hace cada vez menos en relación a la paz y la reconciliación; la libertad y la emancipación. El discurso sobre Europa, que anteriormente era un discurso de ideas políticas, se desarrolla hoy cada vez más, con el vocabulario de los gestores empresariales. ¡No se puede dejar a Europa en manos de los gestores de empresas! Europa es una grandiosa idea de coexistencia de personas y pueblos. Refundar este contrato social de ciudadanas y ciudadanos, en diálogo y alianza con los grupos sociales  y los socios de la Unión, es una de las grandes tareas a las que puede  y debe dedicarse aquellos que ofertan proyectos de progreso en Europa: se trata de exponer la imagen del futuro de la nueva y distinta Europa del siglo XXI.

España debe asumir su responsabilidad, recuperando su voz en la toma de las grandes decisiones. Y hay una especialmente urgente: resolver el problema de casi un millón de refugiados que han entrado en sus fronteras en le último año, con un derecho de asilo común, las mismas normas de reubicación, reasentamiento e integración en todos los países, sin que se prioricen, como hasta ahora las soluciones unilaterales.

El historiador Tony Judt en su libro Una historia de Europa desde el año 1945, recuerda que la Europa de hoy es el fruto de una segura ansiedad: acosados por el fantasma de la historia, sus líderes llevaron a cabo reformas sociales y fundaron nuevas instituciones como medida profiláctica, para mantener a raya el pasado (dos guerras mundiales en 20 años, con decenas de millones de víctimas

 

          

30 años en la Unión Europea

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