Mientras desde mi atalaya tecleo y veo caer copazos de nieve como cabezas de enano, inclemencia que lejos de dejarme frío tiene la virtud de calmarme el alma, reparo en que leer, según nos dicen, es el mejor método para mantener en forma el cerebro y las capacidades mentales. Esto puede parecer una obviedad, pero si les añado, a modo de boutade, que dicho placer literato mejora la empatía y la comprensión hacia los demás quizá dichas propiedades sorprendan a más de uno. Tales conclusiones, junto a otras, se desprenden del informe “La lectura en España 2.017” que se acaba de hacer público. No obstante sus bondades, el barómetro del CIS alerta de ciertos penosos ratios que sin duda deberíamos mejorar: cerca de un 40 % de los españoles no leyó ningún libro en el año 2015. Ni tan siquiera el kamasutra.

Al igual que del vino se predica sin fundamento alguno que “alegra el ojo, limpia el diente y sana el vientre”, razones de índole científica y apoyadas en la neurociencia avalan que el hecho de leer nutre el ejercicio de la percepción, la memoria y el razonamiento, según nos aseguran desde el Instituto de Neurociencias de la Universidad Autónoma de Barcelona. Cuando alguien abre un libro, en lugar de usarlo para calzar una mesa, se activa el hemisferio izquierdo de su cerebro, que es donde anida nuestro lenguaje. Cuando recordamos algún pasaje o fragmento leído se activan nuestro hipocampo y el lóbulo temporal medio, que desconozco sinceramente dónde se alojan. Debo leer algo más sobre ello.

Leer pausadamente -y no en diagonal- hace que lo que leamos nos cale en la sesera y que se pulsen los interruptores de encendido del conjunto del cerebro. Dicho deleite refuerza, además, las habilidades sociales y reduce el nivel de estrés del hasta entonces angustiado lector.

En clave local, según parece, el 33 % de mis paisanos lee de forma habitual, con asiduidad, y el 87 % de la población joven lee, aunque no se nos proporciona información sobre lo que leen ni sobre lo que se entiende por joven, porque yo únicamente les veo leer el móvil. Supongo que se trata de una media verdad, puesto que me hace falta conocer qué leen, en qué formatos y en qué fuentes para opinar si dicho guarismo es plausible o por contra, síntoma de preocupación, puesto que convendrán conmigo en que no es lo mismo leer las Memorias de Adriano que las de Jorge Javier Vázquez.

Leer, sobre todo en determinadas zonas, constituye el antídoto contra el atraso y el analfabetismo, al igual que una foto de El Fary es el antídoto más eficaz frente a la lujuria. Si vd. pretende cultivar la mente del prójimo para que deje de ser tan bruto, no le regale un televisor ni un dron, sino un buen libro, aunque sea de cocina.

Para Francis Bacon “la lectura hace al hombre completo; la conversación lo hace ágil y el escribir lo hace preciso”. Constatamos que sabemos leer cuando somos capaces de traducir las palabras en imágenes, a las que solemos acompañar, de nuestra cosecha, todo tipo de atributos y ensoñaciones oníricas fruto de la imaginación individual. Para Kafka, el libro era el hacha que debe romper el hielo que anida en nosotros. Y todo aquello que nos haga sentir, estremecernos, meditar, reflexionar o sacarnos únicamente del aletargamiento, siempre resulta algo parecido a un pequeño milagro.

¿No creen?

Bondades de leer

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