Conforma avanzamos en el tiempo, vamos viendo con precisión los límites del tablero parlamentario, consecuencia de la decisión electoral de la ciudadanía española el 20-D. Es un tablero parlamentario muy complicado, sobre todo a la hora de plantear la gobernabilidad de España y la agenda política para los años venideros. El final del año 2015 deja un contexto político bastante parecido al de la formación del primer gobierno constituyente de la Transición democrática en 1977.

Es cierto que durante estos años hemos adquirido una experiencia de gobernabilidad y rendimiento institucional envidiable. Contamos con una Constitución y unas instituciones que funcionan y un Estado de Bienestar, con problemas de sostenibilidad, pero que obtiene resultados, que han producido en poco tiempo una modernización indiscutible y unas cotas de bienestar  y cohesión social sostenida, que se ha visto gravemente afectada por el tratamiento de “austeridad” del gobierno Rajoy. Todo ello acompañado de una ciudadanía  moderada y pragmática, comprometida  y con una conflictividad social que no ha llegado a la violencia o la desestabilización. No vivimos bajo la amenaza de involución o la resistencia de poderes fácticos.

Contamos, por tanto, con un capital político a preservar, pero que nos sirve de palanca para afrontar nuevos retos. Tenemos incertidumbres, pero hoy son muy distintas, lo que no supone que no sean abordables, ni superables. Las urnas nos han dicho a todos, que no podemos seguir como si nada pasara. Este cambio cualitativo en el sistema de partidos expresa, claramente, la exigencia de que hay que cambiar la forma de hacer política sin rupturas

       La decisión de Pedro Sánchez de aceptar el encargo del Jefe del Estado de intentar formar Gobierno, devolvió el protagonismo a la política. Corre el riesgo de no ser investido, pero en cualquier caso liderará un intento de pacto y hará que los distintos partidos demuestren si de verdad les mueve el beneficio colectivo y no el interés partidista. Son los nuevos parlamentarios los que deben tomar la iniciativa, hablar y buscar afinidades, en lugar de perderse en querellas partidarias internas.

Nuestros representantes son los nuevos diputados y el escenario de los debates y comparecencias debe ser el Parlamento recién constituido. No olviden señorías que dejan en mal lugar a la democracia representativa, cuando los líderes de los partidos se comunican entre ellos, a través de rueda de prensa y declaraciones provocativas. Eviten vetos y líneas rojas, son la peor forma de encontrar un mutuo entendimiento. Empiecen a negociar sobre un programa concreto. Da la impresión de que tanto los partidos tradicionales como los que están escenificando la nueva política, están más preocupados por dar explicaciones a los suyos, que por ponerse a discutir con quienes finalmente tendrán que pactar si quieren que la legislatura prospere. Son los políticos electos los que asumen la responsabilidad de representar a quienes les han elegido.

       Hemos de tener muy en cuenta la actitud con que los representantes electos acuden a las mesas de negociación para propiciar un pacto de gobierno. No se trata de un debate entre tertulianos. El objetivo de toda negociación política, es conseguir acuerdos. Se trata de encontrar el denominador comun de unos programas articulados, en todos los casos, alrededor de grandes objetivos comunes: combatir la corrupción; crear empleo, mantener el Estado de bienestar; medidas de protección para los más desfavorecidos; responder con sensatez al movimiento secesionista de Cataluña. Tengamos siempre presente, para que los “cómo” y las prioridades converjan, no hay otra opción que la de la renuncia a las propuestas más radicales, al sí o al no sin matices. Significa confeccionar un programa de mínimos, no de máximos.

       En este segundo día de Sesión de Investidura, están quedando expuestas las “diferencias y dificultades” para un posible Acuerdo de legislatura, si éste se hiciera realidad la legislatura sería muy posiblemente corta. La realidad de nuestro tablero parlamentario hace prudente no comprometer una Reforma constitucional, que tiene que ser aprobado por una mayoría reforzada no disponible ahora  en la composición de Congreso y Senado. Pero eso no justifica la parálisis política, como ha hecho el Sr. Rajoy en los últimos cuatro años. Se debe iniciar el cambio hacia una España más federal. El referéndum en Cataluña necesita más consenso entre los partidos más dispuestos al pacto, es aconsejable posponerlo hasta que el tema madure. El Presidente del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña, Jesús Mª Barrientos en su toma de posesión el pasado 27 de febrero, recomendaba a los políticos, a Vd. también Sr. Rajoy: “que encauzaran el debate social abierto actualmente en Cataluña, articulando respuestas imaginativas que puedan resultar aceptadas por amplias mayorías sociales” En el tema de la corrupción, independientemente de un mejor control, la voluntad de acabar con ella, en la práctica se demuestra consiguiendo para el corrupto que sea muy caro económicamente y políticamente.

En política no puede haber incompatibilidades insalvables, ni siquiera entre los más alejados entre ellos. No las puede haber si realmente se busca lo que se dice: el bien común, que en estos momentos consiste en pactar para evitar unas nuevas elecciones, procurando un gobierno estable. Lo fundamental no es tanto, quién pactará con quién, sino que se puede llegar a pactar para que haya estabilidad y para que las expectativas de la ciudadanía, no se frustren. Se ha de evitar dejar de ser realista y proponer reformas inalcanzables, dada la composición de nuestro actual Parlamento. Estamos en una situación excepcional, lo que está en juego, no es un programa de gobierno para cuatro años, sino: una densa agenda reformista y de acuerdos de Estado, que requiere el concurso de una mayoría cualificada, que va más allá de una simple mayoría ajustada e inestable.

jffernandez_29@yahoo.es

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