Vergogna. Vergonzoso. De vergüenza. Según la RAE, queda definida como aquella “turbación del ánimo que suele encender el color del rostro, ocasionada por alguna falta cometida o por alguna acción deshonrosa y humillante, propia o ajena”. No obstante el antedicho significado, adolece el glosario de cierta candidez a mi modo de ver, puesto que conductas abyectas e ignominiosas como las que seguidamente cito, no consiguen ponerle al protagonista la cara como la de Darth Maul. Quizá una de las propiedades pétreas es que no cambia fácilmente de color.

Para muestra, como digo, varios botones. Empecemos –nobleza obliga- por el llamado “escándalo del albornoz”, o batín-gate. Y es que de semejante guisa, y clavándose un colodro, se encontraba el Rey de Bélgica y la reina consorte –al menos, no era una querida- en un balneario-spa francés durante el fin de semana en que Bruselas estaba sitiada por la amenaza yihadista. Como lo leen. Si es que le pilló allí la fiesta, mal, por no regresar a su país de inmediato, y si por contra, decidió relajarse por la que le venía encima, mal también pero con el agravante de cobardía. Lo dicho, una vergüenza, y en este caso, regia.

Por otro lado, y tras practicar la alta política indultando a un pavo, hemos asistido a la llegada a la Cumbre sobre el Cambio Climático del Presidente de ébano Obama a bordo de una monstruosa limusina que gasta, pásmense, la friolera de 63 litros por cada cien kilómetros, esto es, que consume casi como el Air Force One. Háganse a la idea con el apodo del vehículo: la bestia. Aunque solamente hubiera sido por hacerse la foto, ¿qué le hubiera costado a Obama acudir a la cumbre de París en un híbrido, en lugar de subirse a una mole con ruedas?. En fin, de vergüenza.

Si cruzamos el charco, asistimos al reacio y reticente traspaso de poderes de la recauchutada ex presidenta Kirchner a la incógnita de Mauricio Macri. Lo curioso del tema es que, al socaire del final de su mandato y del traspaso de la banda presidencial, se ha destapado que la viuda alegre deja el cargo con un incremento en su patrimonio del 843 % en relación al año 2003, según el diario Clarín. Intuyendo el dato octingentésimo, quizá lo que hayan votado los argentinos haya sido precisamente el final del kirchnerismo tras doce abusivos años y no al actual Presidente. Y es que en un país trufado de intelectuales y sesudos ciudadanos, cuesta creer que se hayan dejado dilapidar ante sus narices desde la época de Carlos Menem, alias “el patillas”. Bochornoso.

En el terreno patrio, el sempiterno macarra de Ramoncín, que es lo que seguimos encontrando si rascamos con la uña el barniz cultureta con el que trata de adornarse, se enfrenta a casi cinco años de prisión por esquilmar ilícitamente fondos de la SGAE. Y es que parece que miles de euros ajenos “corren por sus venas”. En su defensa, petulante y arrogante, -¿quién se cree que es este tipo?-, el hoy rapsoda de nariz respingada alega que dichos cobros obedecían a la venta a la SGAE de su “talento”. Quizá se refiera el otrora Rey del Pollo Frito con lo de talento a aquella época en que gustaba de pedarse ante el micrófono durante sus conciertos. Despreciable.

Convendrán conmigo en que la semana ha sido rica en tomaduras de pelo, que ante la impavidez de sus protagonistas generan vergüenza incluso ajena. Y es que, como afirmaba Baltasar Gracián, quizá todos tengamos que proceder de tal manera que no nos sonrojemos ante nosotros mismos.

‘CUATRO ESQUINAS’: Vergonzoso

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