Después de la tempestad viene la calma, después de las  comilonas de Navidad la resaca y después de la resaca, que a alguno aún le dura, viene Enero, el fatídico mes de Enero que se vive cuesta arriba después de habernos fundido la “extra” y agotados los créditos en las rebajas.

Casi pasada ya la resaca, enciende uno la tele y pone el telediario y no parece que hayamos cambiado de año salvo en las subidas anunciadas de casi todo. Sube el Gobierno el salario mínimo, que sigue siendo “mínimo” y las multinacionales y otras más chicas se lanzan en tromba a captar el exiguo aumento del poder adquisitivo de los esclavos del IRPF. La luz, el gas, el agua, el gasóleo, hasta el sello de Correos etc.; claro, ha dicho Rajoy que ya hemos remontado la crisis y los del Ibex 35 pensarán que ya es el momento de apretar un punto el cinturón de los españoles sin haber aflojado ni siquiera medio el de los salarios. Esto tienen las crisis, los sueldos se hunden, la precariedad en la contratación aumenta y el paro sube como la espuma,  pero cuando termina, cuando llegan las vacas gordas, el paro remonta con lentitud, los salarios quedan estancados mientras las empresas recuperan rápidamente su situación pre crisis, que en el caso de los grandes avergüenzan al respetable con la publicación de unos pingües beneficios sin que los movimientos sindicales les saquen los colores; en términos militares, después de la crisis  los asalariados caminan al paso de los Regulares mientras las empresas lo hacen al paso de la Legión, pero a ver quién se enfrenta a esta economía globalizada que cuando New York estornuda Europa se constipa.

Los telediarios españoles nos recuerdan también a un medio de comunicación ya desaparecido “El Caso” y a una famosa serie televisiva de finales de siglo “Se ha escrito un crimen”, con pelos y señales de detalles que a nadie interesan salvo a la cofradía de la “vieja del visillo”, poniendo por las nubes a quienes resuelven un caso en Galicia, que son los mismos que desde  hace años no resuelven otro similar en Sevilla. Entre esto y la violencia de género, medio telediario.

Y para completarlos, la dosis diaria de folletín catalán con historias de unos que quieren salir y otros que no quieren entrar, unos que ganan pero se acojonan y otros que pierden y aún sacan el cuello, unas que quieren volver a la comunidad tribal y otras que pasaban por allí en una “manifa” y las engancharon para gobernar la urbe. Por encima de todo, un ojo de dios con un 155 grabado en la pupila, que vino a solucionar todo y se vuelve sin arreglar nada.

He decidido pasear la resaca que aún perdura por las calles de mi ciudad, esa a la que llaman el “New York de La Mancha” y se alza en la llanura con “Torres de Babel” donde se instaló la modernidad de la segunda mitad del pasado siglo, esa  modernidad que ahora suspira por un adosado en los barrios residenciales. Saco a pasear mi resaca y casi me lleva por delante un usuario del velocípedo en un paso de peatones en el que yo supuestamente tengo preferencia y él debe cruzar a pie. Paro en un semáforo y oigo a la gente comentar las subidas y sobre todo la del agua que gracias a un edil, seguramente venido de las estrellas, hipotecó Albacete por los siglos de los siglos dejando secos los bolsillos manchegos para ir a llenar los catalanes, sin que al parecer haya medio humano ni divino de revertir la situación según se dice en los mentideros políticos.

Cuando estoy a punto de culminar mi paseo, en la esquina donde San Antonio fenece y Rosario nace, veo a la altura del antiguo Banco de España,  a una señora sacudiendo por el balcón una gran alfombra de la que se desprenden sólidos, líquidos y gaseosos. Altozano, la élite; 2017, siglo XXI; escobas no, aspiradoras y la señora, criada o limpiadora, lo mismo da,  lanzando sus inmundicias a los viandantes, que ajenos al acto de la tal marrana pasan por debajo recogiéndolas. De momento he pensado en aquel grito en el Madrid de los Austrias “Agua va”, viniera después lo que viniera, pero no, esto es en el Altozano, en Albacete y en la segunda década del siglo XXI, aunque entre una y otra puerca no se note que han pasado los siglos.

Dicen que en Albacete solo hay tres estaciones, verano, invierno y la del tren;  solo dos cuestas, la de San Agustín y la de Enero y un arroyo venido a menos, el Piojo, que la atraviesa de poniente a saliente y del que se dice: “Y aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid y el Arroyo Piojo por la Calle Ancha…”. Hasta otro día.

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Después de la resaca

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