Volviendo la cabeza se fijó en ‘Tabarnia’ para “mirar el sitio donde encontró su desdicha”, quizá Torrent leyera el Quijote. La hormiga siente que la marmota lleva razón,… y que sigue el invierno, mientras los Goya reclaman igualdad, azota el temporal blanco y alguno vuelve a lucir una pajarita demagoga.

Pero no voy a hablar de Cataluña, ni de políticos, son veinticinco años de docencia y me siento autorizado para hablaros de enseñanza, para mi vocacional, tuve suerte de encontrar maestros que innovaban en el aula como Leopoldo, Patricio,… buscaban la realidad y la incorporaban a la vida del alumno motivando, una gran enseñanza pública que ha perdido el frescor de los ochenta, donde en las aulas se hablaba de sociedad y se intentaba buscar solución a sus desafíos.

Parece sencillo, pero lo fácil es aprender un temario, reproducirlo y no asumir ningún riesgo, en ello incluso se incluye enfadarse porque los alumnos no acuden a clase, o porque te piden a forma de contrato de partes, el primer día, qué hacer para aprobar. Lo cierto es que es no es así, en la universidad pública española mayoritariamente motivamos e innovamos a coste cero. La primera vez que me lo explicaron no lo entendía, debe ser algo innato en el profesor que le obligue a complicarse la vida en la tarima, junto a los pupitres o frente a una cámara, sin ninguna recompensa económica. Pero la apuesta de los gobiernos parece darse por vencida, no invierten lo suficiente, y el interés desvirtúa los objetivos. Me pregunto si alguien piensa que el nacionalismo de tarima no ha sido relevante en nuestra historia reciente, pero mientras avanza inexorable la educación privada, que es la que ha logrado dirigentes como Trump, la que ofrece títulos al mejor postor, o somete la enseñanza a grupos de presión del capital, pareciendo que ofrece una diferenciación con la que obtener el mejor puesto de trabajo.

Y ahora os diré lo que comienzo a ver en las nuevas generaciones, ellos buscan un título o dos, o tres, pero son pocas sus inquietudes, van a menos, y son mayores sus capacidades tecnológicas, van a más. La brecha cultural de los ‘smarts’ hace que todo sea consumido de forma rápida a través de las redes, del terminal, y cada vez cueste más entender una ideología o comprender la filosofía y las experiencias humanas, la sociedad real. Respecto a nosotros, me incluyo, los padres, hemos impuesto la educación a dos velocidades y nos endeudamos a golpe de talón para que ellos vayan a las universidades más caras, pues parecen al tiempo las mejores, craso error, no obstante, corremos el riesgo de hacerlo real si no se apuesta por la educación pública, la que democratizó una sociedad permitiendo a todos alcanzar estudios universitarios, a la que debemos nuestra sociedad actual.

Mi penúltimo proyecto, hacer que Cervantes y su obra regrese a La Mancha con nuestra universidad pública interesando a los ‘milennials’ y llenando un aula en un pequeño lugar, Quero, convirtiéndose en acción turística de desarrollo comarcal, nadie dijo que fuese fácil, pero los que tenemos una edad sabemos que lo efímero normalmente no es algo por lo que merezca la pena trabajar, y que la cultura es la base de toda ciencia.

Acabo, apiadándome de aquellos que se encuentran en destierro o exilio y besan la bandera, acompañando a palabras de Cervantes: “Doquiera que estamos lloramos por España, que, en fin, nacimos en ella y es nuestra patria natural”. Cultura, acción y sociedad son inherentes a educación, es urgente la apuesta.

Blog: ‘El secreto del hormiguero’

Eduquemos ciudadanos sociales o nunca saldrá la marmota

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