Desde que en 1995 el movimiento amado revolucionario Terra Lliure anunció su disolución y gran parte de sus presos fueron puestos en libertad sin un ápice de arrepentimiento –detalle que veremos  de aquí a poco en el País Vasco-, parecía que la paz social reinaba en Cataluña, diferenciándose claramente y a veces considerada como ejemplo frente a las actividades de los cachorros herederos de ETA, que crisparon la vida social en Euskadi hasta que las fuerzas de orden público empezaron a dar con sus huesos en la cárcel.

Frente a la persistencia de la lucha armada de ETA y la kale borroka de sus cachorros, en Cataluña se ensayaba un sistema que con menos ruido habría de dar los mismos resultados, al fin y al cabo en Euskadi gobiernan ayuntamientos y diputaciones los herederos de ETA y en Cataluña los independentistas herederos de Terra Lliure. En ambos casos, los gobiernos autonómicos se encuentran acorralados  por quienes han sustituido la violencia de las armas por la de la amenaza, la coacción, el amedrentamiento, el aislamiento a quienes no participan del nuevo experimento fascista del Siglo XXI.

¿Es que el independentismo se ha vuelto racionalmente pacífico? En absoluto, lo que ha hecho es sustituir las armas por otros medios de lucha. Se ha hecho acopio de toda la parafernalia fascista, la nación, la raza, la bandera, la lengua y con todo ese bagaje se han lanzado contra el Estado democrático nacido de la Constitución de 1978,  acusándole curiosamente de fascista como forma de encubrimiento del verdadero fascismo de Bildu o de las CUP. Se está marginando la lengua común de todos los españoles reduciendo su enseñanza a horarios mínimos. Se tergiversa la historia y sobre todo en el caso vasco, se tacha de traidores a héroes vascos que a lo largo de la historia consiguieron enormes triunfos políticos y militares al servicio de la única España. Se impone por la fuerza el idioma autóctono a sabiendas de que su futuro es incierto en un mundo globalizado. Se dificulta en la administración pública cualquier trámite a quienes no dominan el idioma oficial fascista. Se señala y aparta en los centros de trabajo a quienes no comulgan con la nueva esvástica, la estelada. Se ha puesto en peligro la armonía familiar dónde la división política entre sus miembros ha llegado casi a la ruptura. Se educa en el odio a España desde las guarderías infantiles hasta las cátedras universitarias. Se están instalando en las fábricas y otros centros de producción un ejército de comisarios políticos que espían y analizan cualquier movimiento, gesto, conversación o relación de quienes se consideran sospechosos de deslealtad a los  nuevos regímenes  fascistas de Otegui, Mas, Junqueras o Gabriel. Más pronto que tarde aparecerá la figura del vecino/comisario/espía que tendrá atemorizada a toda la vecindad. Más pronto que tarde se hará pública la lista de adhesión a la causa y pobres de quienes no figuren en ella. En resumen, el independentismo ha renunciado a matar más por incapacidad que por convicción y ha encontrado otras vías para conseguir los mismos objetivos.

Pero dentro de ese mundo variopinto, donde el anarquismo tradicionalmente sienta sus reales y donde la lucha une mientras no se consigue el objetivo y se convierte en guerra campal una vez conseguido éste, hay quienes vuelven a estar meándose  fuera del tiesto. En Pamplona el grupo ATA, heredero de la filosofía de la banda terrorista y autor de la nueva kale borroka, ha encontrado en el gobierno de Navarra de Uxue Barkos el calor y la comprensión de todo el mundo abertzale y salen a la calle animados por la impunidad que les proporciona un Estado débil y una Justicia dividida. En Barcelona ocurre igual con los fascistas de Arran, el grupo joven más violento de las CUP, que inducidos y apoyados por sus dirigentes Anne Gabiel y por el exdiputado David Fernández salen a la calle a tomarse la venganza por su mano y atentar contra quienes no comulgan con su ideario fascista. Esta vez contra la sede del PP, otras contra las de Ciudadanos; mañana construirán guetos – al estilo Varsovia- para aislar a todo lo que suene a español, amparados igualmente en la impunidad que les proporciona la “justicia catalana”, la debilidad del Gobierno de España y el apoyo incondicional de las Instituciones catalanas.

Lo mismo ATA que ARRAN son el embrión violento y paramilitar del fascismo, apoyados por EH-Bildu y por las CUP respectivamente, que a su vez controlan y dirigen el movimiento secesionista en Euskadi y Cataluña. Es el nuevo fascismo. La ikurriña y la estelada son las primas hermanas de la esvástica y por mucho que a Romeva se le llene la boca de llamar falangistas a los que acudieron a la manifestación pro-española en Barcelona, aquí el único fascismo es el de las CUP, el de Colau y el de todo el entramado catalanista secesionista. En una cosa llevaba razón Puigdemont en su discurso ante 90 personas –la mitad estudiantes catalanes- en la prestigiosa Universidad de Harvard, al tachar a España como un país atrasado. Tan atrasados que en vez de coger de una puñetera vez al toro por los cuernos en el asunto catalán, el Presidente Rajoy se va a Cataluña a regalar a los catalanes  4.200 millones de Euros ganados con el sudor de la frente de todos los españoles y succionados por el ministro sanguijuela. Ni un representante del “gobern”, que estaban aplaudiendo por lo bajo el asalto a la sede popular. Eso sí, los recepcionistas del regalo no faltó ni uno, esos empresarios catalanes que ponen una vela a Dios y otra al diablo y que como  dice el cantar, “al olor de la sardina el gato ha resucitado”.

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El fascismo se impone en Cataluña

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