Del 10 al 12 de febrero el Partido Popular celebrará el Congreso del que saldrá elegido Presidente Mariano Rajoy, a falta de candidatos que quieran competir con él. La duda está entre los  treinta miembros de una lista de su confianza que propondrá para la dirección del Partido y dentro de los treinta, la duda es si Mará Dolores Cospedal seguirá al frente de la Secretaría General o Soraya se convierta en la mujer con más poder de entre las que se dedican a esto de la política.

Es curioso que en los tiempos que vivimos todo el proceso se haga a dedo y no haya un procedimiento de régimen interno que imponga la elección de todos los candidatos, del nivel que sean, entre los afiliados con derecho a voto e incluso los simpatizantes. Lo de los compromisarios a la hora de elegir secretarios provinciales o regionales es un paripé que culmina con la designación, más que elección, de 2.565 que  han de ir al Congreso popular a decir que sí al único candidato que se presenta, es decir, a nada, porque para ese viaje no es menester alforjas.

La democracia representativa como forma de participación de los militantes en las decisiones del partido, no solo no se comprende en la nueva mentalidad del siglo XXI sino que ya pocos la comparten y en cambio se impone la tendencia, en los tiempos de internet, de hacer participar directamente desde su domicilio a militantes y simpatizantes y votantes, de forma que los primeros intervengan directamente en la elección de quienes han de dirigir el partido a nivel local, provincial, regional y nacional e incluso a los que han de representarlo en los parlamentos nacionales y autonómicos mientras que los segundos puedan tomar parte en la elección de quienes van a gobernar la Nación o su Comunidad Autónoma.

Que el ejemplo del PSOE haya sido nefasto y sirva de justificación para el inmovilismo en el PP es cierto, pero es que lo del PSOE es de retranca porque se pretende hacernos ver una cosa mientras se piensa en darle la vuelta en caso de no salir las cuentas. El cambio de cerradura en el despacho de Tomás Gómez dejo al descubierto la tramoya con la que Sánchez pretendía vendernos la modernidad acuñada por Podemos pero reservándose el derecho de deshacer lo hecho si lo hecho deshacía sus pretensiones.

El PP habla de unos 800.000 militantes, que según los estatutos solo tendrán derecho a voto si están al corriente de pago de las cuotas, que son los menos, por lo que habría de habilitar otra fórmula para que afiliados con carné no contribuyentes tuvieran algún medio de redimir su culpa y aportaran, igual que los simpatizantes,  una cuota fija para adquirir el derecho  de elector como en el caso francés.

La militancia tiene derecho a elegir directamente a su candidato a Alcalde, a Secretario Provincial, al Regional, a los  aspirantes a Diputados y Senadores Nacionales, a los aspirantes a Diputados Regionales, a los aspirantes a Diputados Provinciales y a todos los que no sean cargos cuyos nombramientos correspondan directamente a quienes ejercen funciones de gobierno. El proceso actual secuestra la voluntad del militante y le toma el pelo haciéndole creer que  opinión es trascendente cuando lo que realmente se ve es que los aparatos y camarillas instalados en los distintos niveles son los que hacen y deshacen, ponen y quitan. Cómo si no puede entenderse que personajes tan nefastos para el PP como el valido de Cospedal, Antonio Serrano, siga acumulando puestos, cargos y retribuciones que de otra forma si la voz de la militancia fuera oída, hace tiempo que le hubieran hecho volver a su trabajo de funcionario. Y como éste muchos otros, muchos no, muchísimos, que una vez ocupada la poltrona y creada la camarilla de lameculos, hacen de la política su carrera profesional y, mientras en la calle, la gente lo ve, lo sufre y siente la impotencia de no poder hacer nada, porque los castillos se conquistan con flechas y espadas pero a las huestes del PP solo las arman con banderitas.

En el PP podrán decir que tienen miles y miles de militantes, podrán decir que tienen un poso de votos inamovible, podrán decir misa, pero nunca podrán decir que en el PP hay democracia interna porque eso está reñido con la oligarquía, caciquismo y autocracia que lo caracteriza y a los que se aferran.  Cada vez más son las voces que reclaman que el debate ideológico tiene que tener más peso que el debate sobre las personas, pero para eso tienen que conseguir que el debate ideológico no esté al servicio ni se acomode a los intereses de las personas.

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El PP y las Primarias

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