Seguro que me meto en líos porque esto está sembrado de tópicos, pero al lío, el turismo gay es guay. Sí, guay, no porque el Pink Money sea mejor que otro, sino porque es dinero. Es que nos hartamos a decir que sí, que queremos turismo y divisas y que nuestros hijos, familiares y amigos trabajen, pero no de cualquier manera. Eso está claro, no tenemos que humillarnos por un plato de comida, pero es que esto no es humillación. Es agradar al público y ofrecer nuestros mejores rincones y actividades para que se sientan felices, para que estén a gusto y puedan disfrutar de nuestra ciudad, pueblo o aldea. De nosotros, con nosotros. Pero no porque sean así o asá. Sino porque son personas que vienen a vernos porque están interesadas en nuestro ambiente. Y nunca mejor dicho. El establecimiento gay friendly no es que se suba a la ola de la moda. Tampoco ha de ser obligatoriamente regido por alguien de la comunidad LGBT. El establecimiento que se postula como gay friendly, tiene algo más que ofrecer que una bandera multicolor en la puerta. Ofrece un lugar de amplia aceptación social. Que no es poco. Estos establecimientos son todos. El turismo se ha volcado con esta comunidad y hace de todo para que se sientan atraídos y felices (evitando la palabra integrados, por razones obvias). Hay incontables empresas dedicadas casi en exclusiva para tales fines, agencias de viaje, hoteles, cruceros, bares, clubes, hasta aerolíneas crean programas exclusivos para el sector. Todos con campañas de publicidad dirigidas específicamente al público homosexual, creando nuevas líneas de mercado y abriendo nuevas oportunidades.

Se han creado nuevas formas de atracción a través de nuevas actividades, nuevas festividades, que atraen, y de qué manera, al turismo homosexual. Conciertos, conferencias, marchas, desfiles, festivales, eventos en definitiva, que han surgido para satisfacer a un nuevo perfil de demandante.

Tal vez hasta se sobrepase el límite, pues se han creado los Gay Games y los World Outgames, entre otros. De esta forma, imagino, pueden declarar su sexualidad abiertamente y vivir amando al deporte sin consecuencias mayores. Porque desgraciadamente, un deportista de élite (digo de élite porque tiene más repercusión mundial) no se siente aún apoyado por la sociedad como para publicar su homosexualidad. Aún hay que seguir peleando para que estas actividades no sean excluyentes. Ni para unos, ni para otros.

Si miramos los destinos favoritos o los principales destinos gay del mundo, nos llevamos una sorpresa. Son ciudades tan raras para hacer turismo como Nueva York, Berlín, Barcelona, Mykonos, Río de Janeiro, Venecia… Pues claro que son las ciudades elegidas, como para cualquier persona. Porque el gusto a las cosas bonitas, en el fondo, es el mismo para todos. Es cierto que estas grandes ciudades turísticas están más que acostumbradas a recibir público de lo más variopinto, así que aceptan a cualquiera que quiera ir a pasarlo bien, a conocer nuevas culturas o simplemente a ver nuevos horizontes. Esa apertura de mente es la que hace que decidan ir a estos destinos abiertos en relación a la orientación sexual o identidad de género; se sienten más seguros. Sí, seguros, porque hay tantos lugares donde no se acepta la diversidad, que surgen problemas de discriminación sexual, al igual que la racial o la religiosa.

Este público, a la larga podría conseguir lo que todos deseamos, la desestacionalización del sector. Grandes eventos a lo largo de todo el año. Además de lo que significaría en términos económicos y en puestos de trabajo directos e indirectos. Tal vez sea esa la razón de la aprobación de las bodas gay, para hacer caja en banquetes, celebraciones, despedidas, salas de fiesta, tiendas de ropa, agencias de viaje, y mil negocios más que rodean a este servicio. Pero claro, no creo que ningún político pensara que esto pudiera ser bueno para la sociedad en general y para la economía en particular. No, no puede ser, será una simple coincidencia. Pensar en el bien común, que iluso.

El turismo gay es guay

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