La verdad es que no necesitamos mucho para estar de moda en el mundo. Tenemos buenas playas, montañas impresionantes, ciudades y monumentos que son la envidia de todos; una historia cultural que ya la quisieran muchos, gastronomía envidiable, en cualquier rincón de España, deportistas geniales. Ahí tenemos a Garbiñe, la nueva campeona de Roland Garros. Y no digamos nada en fútbol. Una selección campeona del mundo y los dos mejores equipos de Europa.-

España está de moda, y no sólo en lo lúdico. Nos siguen visitando millones de turistas. Algo tendrá cuando vuelven. Y no me refiero al turismo borrachín que se ha puesto de moda en algunos sitios. Nosotros aquí, además de las bondades naturales de siempre, estos años disfrutamos de Don Quijote y sus aventuras que Cervantes acertó en situar en nuestra tierra. Claro, que no podía ser de otra manera.

En La Mancha, y en el resto de la región, tenemos alma de quijotes y sanchos por genética, con todo lo que eso significa. También, desde aquí, se contribuye a colocarnos en la gran pantalla del mundo. Todo esto, y lo anterior, nada tiene que ver con esa otra mirada desconfiada, que últimamente se nos dirige desde cualquier lugar.

La España política de hoy, más rara que un perro verde, esconde tantos laberintos e incógnitas, que hasta los propios españoles tenemos un mosqueo tan grande que no hay forma de quitárnoslo de encima. También es cierto, que toda la culpa es nuestra. Aquí sí que no podemos eludir nuestra responsabilidad pasando la pelota a otros. No sé si exageradamente o no, Fernando Fernán Gómez solía decir que “En España no sólo funcionan mal los que mandan, sino los que obedecen”.

Entre otras razones, porque cuando podemos evitarlo, lo que hacemos es enconar más el problema, sin reflexionar dos veces y con el necesario sentido común, hacia qué lado seguro queremos dirigir la barca de la travesía democrática. Luego, nos encontramos con tormentas en mitad del Océano.

España está de moda porque fuera de aquí tampoco entienden lo que está pasando. Han visto que tenemos que repetir nuevas elecciones, que llevamos demasiado tiempo con gobierno en funciones, que cada vez se hacen y se dicen cosas más raras e incoherentes. Y todo por un buen sueldo en las instituciones y organismos donde se parte el bacalao.

En Madrid, su particular alcaldesa, lo mismo coloca  ceniceros portátiles, que se nos desayuna con la necesidad de montar huertos urbanitas para criar nabos, lechugas, alcachofas o lo que salga, además de “recomendar” a las madres que barran los colegios de sus niños, liquidar parte del callejero por franquista, sin conocer realmente a los personajes, no siempre políticos, sino todo lo contrario, o defender la actitud de los ocupas, y un largo y deprimente etc. Total: la diversión de los turistas está servida.

Si cambiamos de ruta hacia el Sur,  por ejemplo, Kichi, alcalde de Cádiz, nos sorprende hasta con su apoyo “diplomático” y amistad al jefecillo de Gibraltar, entre otras cosillas de igual talante y tamaño disparate. Claro, que, desde ahí, si subimos a Barcelona, la cosa ya se complica aún más. La alcaldesa de la Ciudad Condal, democráticamente elegida, sí, pero vaya ojo que tuvieron los amigos catalanes (como a  otros citados o por citar de otros lugares).

Esa buena señora, que con su actitud desconcertante, pero no nueva, falta de autoridad y apoyo a “ocupas” subvencionados, ha puesto en peligro la convivencia  del barrio de Gracia. No sólo doña Ada no ha condenado la violencia de sus “chicos/as”, sino que, encima, se atreve a pedir, a sugerir “amablemente” u ordenar prudencia a los Mossos d’Esquadra, que intentaban evitar que esos grupos de radicales arrasaran el barrio a cuenta del desalojo de lo que éstos sujetos han dado en llamar el “Banco Expropiado”. Y el mundo entero, asombrado, con ojos como platos, viendo éstos “bailes” antisistema, sin que la orquesta ponga fin al ritmo enloquecedor de la danza.

Por eso y tantas otras cosas, España está de moda. Incluso el ínclito e impresentable Nicolás Maduro, nos dedica un montón de improperios, de los que le definen, a cuenta de Mariano Rajoy, de Felipe González y ahora de Albert Rivera. Todo mientras el señor Zapatero vuelve a Caracas como valedor ¿de qué?.

Menos mal, que los venezolanos, a los queremos y respetamos, empiezan a reaccionar, como el resto de países democráticos, confiando que ese indivíduo, Nicolás, que ha colocado al país al borde del abismo, abandone pronto Caracas, por el bien de Venezuela y del mundo hispano.

No es extraño, que con éstas cosas, con la aventura catalana que irresponsablemente inició el tal Arturo y continua Carlos, su sucesor, o las intenciones del etarra Otegi, en un arrebato de buenismo hipócrita, en busca del sillón de lendakari, y supongo que algo más, España esté tan de moda y con tantos frentes abiertos que nuestros observadores internacionales tienen que repetir visita a sus psicólogos, porque no entienden nada.

Tampoco podemos obviar las actitudes demenciales y disparatadas que vemos cada día con los acuerdos que llegan y se van, con los pactos, los miles de millones previstos para aumentar el gasto público por algún grupo hoy ya unido pero que levanta ampollas entre los suyos. O por el candidato monclovita, loco por el sillón, que  no quería oír ni hablar del PP, y sin embargo, pretende bajarse un poco del burro, sin hacerlo, claro, para que no se note mucho, intentando no darse el castañazo de sus mil contradicciones.

En resumen, estamos a tiempo de arreglar éste picatoste un poco tostado por exceso de calor en la sartén. Todos se pasan la responsabilidad y ninguno quiere emplatar como Dios manda. Eso sí, brindar se brinda, aunque no se sepa por qué. Cosas de españoles, dicen fuera. Tampoco es eso.

 

España de moda

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