No me extrañaría nada, que alguno afianzara los nubarrones que tenemos en lontananza. Permítame el señor Zapatero, que por una vez, y sin que sirva de precedente, utilice a mi manera, una de sus  más “brillantes” y “ocurrentes” frases “históricas”, pronunciada hace siete años en Copenhague. Ni siquiera en una reunión de amigos. Aquello de que “La Tierra no pertenece a nadie, salvo al viento” fue memorable. Pasará a la historia por “ingeniosa” y “sabia” reflexión. Con ella sonrió hasta el perro pulgoso de la tele.

Pasado el tiempo, y visto lo visto lo visto con lo que tenemos encima, seria triste que llegáramos a decir que “España no pertenece a nadie, salvo al viento”. Seria muy fuerte. De seguir así todo se andará, aunque suene muy fuerte. Si hurgamos un poco en la situación real que vivimos aquí, veremos que la cosa no es tan disparatada como pudiera pensarse en un principio. Y si no, intentemos autoflagelarnos mirando a la pared, haciendo examen de conciencia.

Lo ocurrido con algunas cabalgatas de Reyes, cutres y ridículas, organizadas, manoseadas por Ayuntamientos antisistema, intentando airear un laicismo lleno de complejos, incluso feminista, que en esto y en otras cosas no encajan, puede ser la tarjeta de visita de idiotilandia en grado superlativo. Sin tener en cuenta la penúltima ocurrencia de prohibir los espectáculos en los que se exhiban animales salvajes. Lo del circo les va. Es casi exclusivo de ellos. Por eso, a nadie extrañaría que “España ya no pertenezca a nadie, salvo al viento”.

Seguramente lo que ha pasado éstos días de Navidad, del “Solsticio de Invierno” para algunos/as, quede en mera anécdota para lo que nos espera. Sólo falta con mirar la actualidad para contemplar un espectáculo político denigrante, humillante para millones de votantes, que pueden ser testigos de que sus votos no valen un pimiento. De seguir así las cosas, con partidos de izquierda a los que sólo les importa el protagonismo de un “jefe” inestable, dentro y fuera de sus sedes, y, sobre todo, largar con viento fresco al Partido Popular, aún a costa de la inestabilidad de España, en todos los sentidos, es algo que está a la vuelta de la esquina. Y no es demagogia. Esa se queda para otros muchos que son verdaderos magos en ejercerla. Pero ahora tenemos encima otras preocupaciones más graves. Basta con ver el bochornoso espectáculo de la toma de posesión de los nuevos diputados. Pobre Cámara Baja. La que nos espera.

Un proverbio árabe muy acertado dice: “El hombre no puede saltar fuera de su sombra”. O aquél viejo dicho popular: “Bueno es que haya ratones, para que no se sepa quien se come el queso”. Si dedicamos un momento a la reflexión, encontraremos el sentido exacto y actual de éstas frases. Tampoco Don Quijote iba descaminado cuando dice: “Una de las partes de la prudencia es que lo que se puede hacer por bien, no se haga por mal”. Seguramente, Don Alonso Quijano, en su particular  vesania ya “imaginaba” todo el tinglado que nos podría invadir en un derroche de ideología demagógica, pensando que llegaría un momento en que España no “pertenecería a nadie, sino al viento”. Viene a cuento por todo éste lío de pactos, componendas y grillerías de unos cuantos a los que les gustan mucho las carteras o mochilas de diputado, pero a su manera. Fotos van, fotos vienen y teles que van y vienen mostrando el “trofeo” de los nuevos genios de la bancada. No me extraña la cara que ponían los leones que guardan la puerta principal del Congreso. “Esperemos que sea para bien”, decía uno de ellos, mientras el otro contestaba: “Y tú que lo veas”.

El fuerte viento, debe ser el culpable de que tanto se muevan los criterios de ciertos políticos, que no dejan de mirarse en el espejo elogiando su propia sonrisa hasta conseguir que alguna Agustina de Aragón, a la andaluza, ceda en su tozudez lógica de la defensa de España, para permitir que su ambicioso pardal pacte hasta con el diablo, sabiendo que al niño le quedan tres telediarios al frente del partido, tradicionalmente serio, aunque en estos momentos el oleaje es más fuerte que la experiencia centenaria que tantas veces ha sabido llegar a buen puerto remando contracorriente.

De lo que está pasando en Cataluña, mejor no decir ni pío, porque a cualquier español de bien se le puede ir el “pistón” en el comentario. La renuncia forzada de Arturo Más, cediendo de mala gana el “cetro” de mando a uno de sus colegas, más independentista que él, no termina con los truenos, rayos y centellas que traen de cabeza a la buena gente que vive en Cataluña. Es patético. Ese mal espectáculo nos afecta a todos los españoles, catalanes incluidos.

A pesar de este desbarajuste, me resisto a dar crédito a la compuesta frase de que “España no pertenece a nadie, salvo al viento”. Mal asunto, si así fuera. España es mucho más importante que un huracán de ventilador, caprichoso.  Sigo creyendo en la responsabilidad y el sentido común, por encima de desquites que figuren en algún vademécum particular. Manual lleno de carcoma de difícil tratamiento, pero con la intención de “cargarse” el mobiliario reconstruido y respetado con el esfuerzo de TODOS.

El nuevo Congreso de los Diputados y el futuro Gobierno de España van a dar mucho juego mediático. El miércoles pasado quedará grabado para la historia. Si lo visto entonces es una muestra de la nueva legislatura, habrá que abrigarse bien. El viento será huracanado.

España no pertenece al viento (2)

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