La verdad es que los españoles ya no sabemos qué camino tomar. La gran mayoría tienen baches y barro hasta la última hoja del olivo. Otros tantos, borrados los indicadores normales que conducen a algún lugar decente. Y de vez en cuando, algún rebaño que marcha a su bola, a ciegas sin tener en cuenta si el camino de la vereda es el  correcto y lleva al pasto más idóneo para “alimentarse” bien, en ausencia del pastor que debe guiarles. Suele ser el perro inteligente, el que hace esa labor de orientación hacia el prado más verde y abundante.

Suele ocurrir muy a menudo, que algunas personas, y en contra de lo que pueda parecer por su aspecto, no tengan la capacidad suficiente de estatuir a quien le sigue en el viaje. Y eso, puede crear un serio problema de identidad y responsabilidad del grupo, que legítimamente  trate de llegar al lugar ideal donde alimentar el estómago y su ego.

En los últimos tiempos, España parece la sede de personajes con éste perfil, algunos de los cuales saben y tararean sin cesar la letra del tango “Cambalache”, con matices, claro, que empieza con algo así como “El mundo fue y será una porquería, ya lo sé…” Y más adelante, nos dice que “vivimos remolcaos en un merengue, y manoseaos”.

Siguiendo con el juego musical, porque con lo que estamos viendo (y lo que nos queda por ver) hay que tomarse algunas cosas con cierta filosofía,  me “engancho” a la canción “Soy de España”, de Rocío Jurado, que repite con garra aquello de “Soy de España”. Y añade: “No consiento al que de ella, mal me habla. El que no esté contento/ que se vaya”. Y algo más directo que parece escrito para éste tiempo convulso de hoy: “No me gustan los hombres que se callan/ Y que rompen mi tierra en voz baja/. Aunque otros lo hacen de otra manera.

España tiene muchas y buenas cosas de las que hablar, empezando por su gente. Por eso, no se puede permitir que algunos “dispuestos” aprovechen aquello de “a río revuelto, ganancia de pescadores”, mientras que en la “lonja” de la política se pretenda subastar España como si fuera un pescado de arrastre, en un mercadeo feo a beneficio del mejor postor.

Ni podemos, ni debemos ser cómplices de la división que algunos quieren llevar a cabo. Tampoco hacer el caldo gordo a los que sólo buscan un cargo cuanto más alto y mejor remunerado. Y además, lo piden a gritos sin pudor, acostumbrados a que se vayan engordando las alforjas viajeras. Tampoco podemos estar callados ante quienes asumiendo responsabilidades han tenido una actitud indecente.

Por eso, hay que  hablar y dialogar de cosas serias, con responsabilidad, sin dobleces ni demagogia barata. Esas cosas que nos afectan muy directamente a TODOS los ciudadanos: la Sanidad, la Educación, el Empleo, la Economía, las Pensiones, la Seguridad. Y sin jugar con todas ellas a los dados de la demagogia en busca de ganar la partida. España es algo mucho más serio, que los repartos sin sentido, por revanchismo o simplemente porque la capacidad de sentido común está bajo mínimos.

En éstos devaneos para designar candidato a la presidencia del Gobierno, Mariano Rajoy ya ha declinado esa responsabilidad. Otros siguen erre que erre, a pesar de que los propios pretenden inculcarle algún grado de responsabilidad, prioritaria a la ambición personal y al descrédito que aumenta por momentos. Si Sánchez e Iglesias fueran lo suficientemente responsables, harían lo mismo. Un Gobierno presidido por Don Pedro, con un “vicepresidente” que ya se ha autoelegido antes de que otro “listo” se lo quite, colocando en la pared las fotos de sus personajes favoritos que, en su opinión, “deben” estar en los despachos monclovitas tiene visos de desconfianza. Será tanto como mezclar las churras con las merinas,  aunque todavía no se haya terminado éste puzzle cada vez más enrevesado y difícil de resolver dignamente… Entiendo la preocupación en muchos sectores socialistas cuando ven el besuqueo en la trastienda de Sánchez e Iglesias y luego se largan andanadas fuertes de puro disimulo hipócrita, aunque en estos juegos suele haber algún as en la manga y hasta  fantasmas en el almacén.

Como es normal, el señor Sánchez, y algunos de los suyos, ahora hablan de que la  renuncia de Rajoy es como una humillación para ellos, al dejarles en la puerta de la Moncloa, sin más méritos que la marcha del líder popular. ¿No querían turismo? Si al final se produce esa coalición, que no se sabe lo que durará, la gran mayoría de los españoles podrían llevarse un gran disgusto. No por nada, sino por la inseguridad que pudiera ofrecer un gobierno de esas características. Por eso, sería bueno quitarse la máscara del populismo, la demagogia y la ambición personal y partidista, para centrarse en cosas muy serias, entre ellas (que no es poco) la estabilidad económica y social de todos los españoles, que rechazan cualquier “invento” rupturista, además de que están en juego el futuro inmediato y la credibilidad exterior de España, con todo lo que eso significa. Si se sigue el camino que se pretende, es posible que en el más breve plazo de tiempo, menos de lo que pensamos, nos “enteremos de lo que vale un peine”. España necesita de gente seria para hablar de cosas serias y menos partidas tramposas de dominó en plena calle.

Hablemos de cosas serias

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