Llega la Feria y el Ayuntamiento vuelve a hacer una excepción en la aplicación de la normativa anti botellón, autorizándolo durante cinco días según se deduce de este comunicado:

  “El Ayuntamiento de Albacete autoriza la práctica del ‘botellón’ en la explanada de la Plaza de Toros de Albacete los días 7, 9, 10, 16 y 17 de septiembre. Esta autorización corresponde a motivos de seguridad, dicha práctica no podrá comenzar antes de las 22 horas y los servicios de limpieza de la zona comenzarán a actuar a las 6 horas.

Por motivos de seguridad, no se podrán ocupar las vías de emergencia próximas que corresponden a las calles Chicuelo II y García Mas. Con respecto al Recinto Ferial, los Ejidos y la Cuerda, se podrá seguir actuando según viene siendo tradicional en Feria, en las instalaciones autorizadas los días que permanece abierto el recinto en el horario establecido.

En ambos casos, y al margen de la citada autorización, todas aquellas conductas tipificadas en la Ordenanza Cívica relativas al uso del espacio público, limpieza y recogida de residuos deberán ser cumplidas de conformidad con lo citado en dicha ordenanza.”

 

Esta semana las musas no rondan por mi escritorio y el calor me tiene recluido  en el último rincón de mi casa, así que aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid y el Arroyo Piojo por la Calle Ancha, me concedo una tregua y saco a colación un artículo publicado hace tres años en “El Pueblo”, que por su contenido igual de actual y por lo que pienso respecto al asunto, que no ha variado, creo que merece la pena recordarlo.

 

OTRA VEZ EL BOTELLÓN

Las autoridades se empeñan en declarar enemigo público al botellón y los usuarios del mismo se lo facilitan con su falta de moderación.

La moda del botellón se ha extendido por toda la UE y es tan simple como  reunirse  un grupo numeroso de jóvenes que quieren tomar unas copas en la calle porque no caben en los locales y además allí les estafan; beben más por el mismo precio y se facilita más la relación entre ellos.

Siempre me declaré partidario del botellón por sí mismo aunque lógicamente no acepto parte de las formas y las consecuencias del mismo. Los jóvenes siempre se han juntado para beber y charlar fuera del mundo de los mayores, sobre todo en las fiestas. En los pueblos se utilizan las peñas y en la ciudad la calle. ¿Qué puede tener de bueno?, que sale más barato y con bebidas de mejor calidad que en los bares de copas y que además la mayoría de la gente es pacífica y no busca broncas sino el pasar un buen rato con los amigos ¿Qué tiene de malo?, fundamentalmente  la falta de respeto a los  derechos de los demás y ello se traduce en algarabía, ruido y suciedad, mucha suciedad.

La solución no está en prohibir sino en educar, regular y controlar. Primero en educar a la gente en los valores de la convivencia y el respeto a los demás. En nuestro sistema educativo se enseña a ser egoísta y a poner el interés individual por encima del colectivo, y eso que es de inspiración fundamentalmente de izquierda o “progresista”. Segundo el regular lo que pudiera ser un fenómeno o moda pasajeros para que, ya que es inevitable, al menos que produzca los menores daños o molestias posibles. Tercero, controlar los excesos en el cumplimiento de la norma y sancionar a quienes los provocan. Ni la consigna de “prohibido prohibir” ni la de “permitido permitir” conducen a nada. Cada época y cada evento tienen su tratamiento; para eso está el buen hacer de los gobernantes que hemos elegido, que deben velar por el interés general sin buscar el oportunismo de tal o cual colectivo o tal o cual cita electoral.

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La Feria y el botellón

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