El paro sigue siendo el problema que más preocupa a la ciudadanía española. Según el INE, desde que Rajoy llegó a La Moncloa, hay 350.000 ocupados menos a tiempo completo equivalente, que corrige por horas trabajadas y permite una comparación homogénea. Si como todo parece, Rajoy abandona la presidencia, será el primer mandatario de la democracia que se va con menos empleo que llegó y el único que ha sido rescatado

España puede abandonar su patrón habitual de salida de la crisis: donde el empleo va bastante por detrás de la recuperación de la actividad económica. Hay indicios desde marzo de 2014 que apunta en esa dirección y que el Gobierno ha subrayado siempre que puede: después de 68 meses la afiliación a la Seguridad Social

creció en febrero: 61.500 afiliados más en un año. Este dato y esta ruptura del patrón tradicional, son la cara de un mercado laboral en estado de coma, con un 26% de paro; la cruz es que llega por la precarización del trabajo. La ministra de Empleo, ahora en funciones, celebraba los datos difundidos por su ministerio: “hemos conseguido darle la vuelta a los registros del paro y a la afiliación a la Seguridad Social”; “Hoy tenemos una nueva cultura de empleo”, resaltaba, mientras aludía al “afán reformista imparable” de su departamento. Eso sí, no hizo referencia a ese empuje del empleo de mala calidad, porque tiene que ver con los cambios de los que habló.

Sin la Reforma Laboral de 2.012, no se explica todo el alcance que está teniendo la devaluación salarial. Sin ella, y sin muchos de los 33 retoques posteriores de normas laborales o relacionadas con ellas, tampoco se entendería el empuje del empleo a tiempo parcial o el escaso éxito que siguen teniendo los contratos indefinidos. Sin olvidar, como apunta la profesora de Economía de la Universidad de Alcalá Inmaculada Cebrián, un tercer elemento, el trabajo autónomo cuando hace referencia a los pilares de la precariedad.

“Pese a la gravedad de la crisis y el sufrimiento que conlleva, no estamos arreglando ninguno de los problemas estructurales del mercado de trabajo. De hecho, la temporalidad no solo se ha mantenido, sino que ahora empieza a aumentar – alcanza el 22% de los contratos – ; se ha introducido con fuerza el tiempo parcial, no querido por los trabajadores – crece a un ritmo del 9% interanual – y el empleo autónomo que se promociona desde el Gobierno y que genera mucho asalariado encubierto al dejar de estar protegido por los convenios colectivos. Esto nos lleva a un empobrecimiento de la población asalariada que en el futuro puede continuar e incluso acentuarse” Advierte la profesora Cebrián.

Juan José Dolado catedrático de Economía en la Universidad Europea del Instituto de Florencia, añade un punto más duro: “Si, claro que hay empleo precario. Pero, ¿Cuál es la alternativa? Seguir con seis millones de parados”. En uno de sus últimos trabajos, Dolado ha concluido que España ya no necesitará crecer al 2% anual para crear empleo, bastará que lo haga al 1% o menos. ¿Por qué? Más paro, sueldos más bajos, menores costes de despido y la reducción del poder de negociación de los trabajadores en relación con los empresarios han reducido el precio de la mano de obra. Como resume el profesor de la Universidad de Salamanca Miguel Angel Malo: “El empleo malo es barato y fácil de crear”.

En teoría, esta ecuación puede hacer que la tasa de paro descienda más rápidamente que en la crisis anterior: bajar de casi un 25% al 8% costó más de 15 años. Pero desde luego no va a evitar la precariedad por una buena temporada. Como estima el profesor Dolado, al menos cinco años.

La reforma laboral del PP es una herramienta para la devaluación salarial. El objetivo real, solo parcialmente reconocido, es el de bajar el coste del factor trabajo para las empresas. La devaluación salarial ha mejorado los márgenes empresariales, pero, al mismo tiempo, ha provocado una enorme caída de la demanda interna y, por lo tanto de las cifras de negocio de las empresas. Lo que han ganado con la devaluación salarial de sus empleados lo han perdido con menores ventas debido a la pérdida generalizada del poder adquisitivo de los salarios. Durante este periodo, y tengámoslo muy en cuenta, se está produciendo un incremento del volumen de personas que teniendo trabajo se sitúan por debajo del umbral de la pobreza.

Decimos que el trabajo es un derecho, pero lo hemos convertido en un mercado, el mercado laboral, basado en la competitividad vía salarios. Inevitablemente, la precariedad laboral acaba haciendo precaria la vida entera. Socava la autoestima personal cuyo cultivo resulta imposible cuando faltan las condiciones para construirse un plan de vida y la esperanza de poder realizarlo. Hace que se tambaleen otros bienes como la familia, la vivienda, las amistades, la educación de los hijos, la salud, las pensiones, todo lo logrado gracias al Estado de bienestar, uno de los signos de identidad europeos que no deberíamos de poner en cuestión. Reflexiona Victoria Camps, profesora emérita de la Universidad Autónoma de Barcelona.

Daniel Innerarity, Director del Instituto de Gobernanza Democrática entiende que: lo peor para mí sería perder la curiosidad, dejar de tener problemas, enigmas”. Le sobran motivos para la indignación y justifica la irrupción del movimiento 15-M, pero entiende que:”Indignarnos pensando que sabemos lo que hay que hacer, es una falta de sinceridad. Somos un poco injustos al no reconocer la complejidad de las cosas”. Clama de indignación cuando:”nuestra burbuja inmobiliaria la vamos a pagar con la educación de nuestros hijos. Lo llamo la dictadura del nosotros o la consideración del futuro como el basurero del presente. Debemos buscar un contrato con los ausentes, huir de la tiranía del aquí y ahora” Nuestros hijos y nietos han de vivir mejor que nosotros. Ese es el reto. ¡¡¡Adelante!!!

 

La precariedad no es forma de vivir

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