El otro día leí que en Turquía querían legalizar la violación a menores. El partido en el gobierno llevó la siguiente propuesta al Parlamento: si un hombre mantiene relaciones con una menor y estas son consentidas, no se considerará delito si bendice la tropelía con un matrimonio religioso.  Me parece imposible determinar si las relaciones fueron consentidas o no tratándose de menores. En nuestro país, donde el abuso a menores está penado por ley, es habitual ver aflorar estos casos muchos años después de ser cometidos. Los niños son fáciles de manipular con unas buenas dosis de terror o con presión familiar. Recordemos que en la mayoría de los casos el abusador pertenece al ámbito familiar.

Al menor sólo cabe protegerlo. No hay matices en esto.

Habrá quien esté pensando ya que en España también hay casos de abusos a menores y que no debo predicar sin auto flagelarme. Discrepo. La gran diferencia estriba en que en este país la violación a niñas no pretende ser amparada por el Parlamento. Tampoco nuestro Presidente del gobierno sale diciendo que no cree en la igualdad entre mujeres y hombres. No tenemos que soportar a ningún miembro del Gobierno diciendo que las mujeres no deben reír en público y proteger su castidad. Aquí la palabra castidad tan sólo da risa.

Sin embargo, confío firmemente en el carácter rebelde de las turcas. Lo han demostrado ya muchas veces. Ahora, por ejemplo, han conseguido paralizar este proyecto de ley. Desde aquí me río con ellas.

En Marruecos, hace unos días se emitió un programa en la televisión estatal en el que se mostraba a las mujeres cómo maquillar los golpes de la violencia machista para poder seguir una vida normal sin que nadie lo note. No cabe mayor vileza. “Después de la paliza, esta sección es aún sensible, así que no presiones”. No hay dinero en el mundo para pagar a esa presentadora. Alguien dirá que en España también hay violencia doméstica. Sí, y una ley para luchar contra ella también. Esa es la diferencia. No es pequeña. En Marruecos, se estima que el 63% de la población femenina ha sufrido violencia machista.

Sin embargo, también tengo fe en las mujeres marroquíes. Consiguieron que la televisión retirará el vídeo y pidiera disculpas.

En Arabia Saudí, el país más misógino del planeta, la ley prohíbe conducir a las mujeres. Es el único país del mundo que aplica esta prohibición. Las mujeres saudíes de vez en cuando se movilizan para publicar en las redes sociales fotos de ellas conduciendo. No le piden permiso a su tutor legal. De hecho, miles de mujeres saudíes han firmado una petición por internet pidiendo abolir el sistema de tutela masculino. Los saudíes son los mayores usuarios de Twitter del mundo.

En todos estos países las mujeres se han organizado gracias a las redes sociales, que les han dado la  voz que no tenían. Facebook y Twitter, tan denostadas en ocasiones, pueden ser la única arma democrática en algunas partes del mundo. Yo, que tanto las critico a veces, quiero recordarlo. Si aquí las usamos para verter insultos sobre determinados personajes públicos, o para emponzoñar nuestros asuntos domésticos, es nuestra miseria autóctona. Lecciones de ciudadanía auténtica recibimos todos los días desde lugares donde los derechos civiles están comprometidos de verdad. Deberíamos reflexionar sobre qué tipo de pueblo o gente queremos ser.

 

Mujeres en red por el mundo

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