Aznar ha amenazado con irse definitivamente, cosa que es de agradecer, merced a un cúmulo de desafectos con el partido que lo encumbró, y que en sus iniciales desatinos también promocionó a otra lumbrera de cuatro pelos y voz estridente: Hernández Mancha. En el caso de “Ansar”, como se le conoce allende los mares, estamos ante un gran paso del hombre y una gran pérdida para la humanidad. Su mala relación con Rajoy viene desde que hizo lo que únicamente puede hacer la gente rencorosa, retorcida y mediocre: señalar como sucesor a alguien que creyó que lo haría peor que él. Antes de esto, Rajoy fue Ministro de Aznar en varias carteras e incluso Vicepresidente, y obedecía con displicencia, sin zurrir ni bullir un ápice. Si, José María, lo que tú digas, José María. Un aburrimiento de persona.

La pataleta ha ido a más y ha ocasionado su renuncia a su actual cargo de Presidente de Honor del partido y a no asistir siquiera al próximo Congreso del mes de febrero. El que se cabrea, tira la garrota y cuando va a por ella resulta que está rota. Fruto de su excelso verbo, en la misiva de renuncia enviada a Rajoy se limita a desearle a éste “Feliz Navidad y Feliz Año”, lo que demuestra su desencuentro a la par que la ingeniosa pluma del remitente.

Se va para atacar con distancia, independencia y mayor sarna al partido que abandona, al que ha tachado recientemente de acomplejado -no hay peor cuña que la de la propia madera-, cuando curiosamente Aznar siempre ha actuado como si él mismo lo estuviera. Mientras, los que se quedan suspiran con cierto alivio ante la renuncia del otrora líder amostachado, que hasta llegó a presentarse en alguna ocasión a cierto comité ejecutivo nacional sin haber sido previamente invitado. Que descaro, Chemita.

Que no acertó con su pusilánime sucesor es evidente, si bien al menos a Rajoy hay que agradecerle la falta de carácter avinagrado de la que solía hacer gala el honorable Aznar, quien se nos ha amojamado bien por el efecto de las abdominales y del paddle tardío en el organismo o bien porque el suyo no cuenta con la mezcla química que convierte en eternos a los Stradivarius.

Sólo un mediocre se encuentra siempre en su mejor momento. Particularmente, y junto al hecho de que en sus buenos tiempos tuvo el mérito de parecerse a sus propios imitadores, siempre me resultó un tipo siniestro e impaciente, de sonrisa bovina y de los que creen que nunca se equivocan, mientras que Rajoy es templado, inane y excesivamente blandurrón. Darle la mano debe ser como tocar una hueva de sepia.

Desde que dejó la Presidencia del Gobierno, ha sido palmario el comprobar que José Mari, Chema, Don José María o como leches lo llamen ahora que luce melena al viento, no ha sabido llevar bien el ostracismo o el necesario pase a la reserva. Se ha empeñado torticeramente en seguir dando que hablar, aunque sea mal, provocando pseudo titulares y olvidando que los cadáveres, en política, no tienen voz ni voto. De ahí que nadie se quiera ir.

El detonante de la ruptura definitivamente con el Partido Popular ha sido una modificación estatutaria que conllevará que a partir del próximo cónclave pepero la figura del Presidente de Honor deje de ser vitalicia, pasando a ser sometida a refrendo, y claro, Don José María no se refrenda ante nadie. Estaría bueno. A mí con desaires.

A partir de ahora Aznar se limitará a dar charlas en spanglish macarrónico y a su particular parque jurásico doctrinal que es la FAES. Pretendía convertirse en inmortal, pasar a la posteridad, como los faraones egipcios, pero sin siquiera ostentar su belleza. El sueño megalómano de un gris personaje que será recordado, eso sí, aeterna saecula, por cruzar los pies encima de una mesa y por hablar con acento confederado pero haciendo el indio. Ese es su legado más viral.

Buen viaje lleve como descanso deje.

Pataleta

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