La crisis económica ha dejado rastro en todo el espectro empresarial y laboral,  pero mientras el perjuicio para unos se limita a una disminución de la cuenta de resultados, el daño para otros, especialmente pequeñas y medianas empresas y el total de los asalariados ha sido de tal calado que harán falta muchos años para recuperar el nivel salarial y de bienestar anterior a la crisis, con la salvedad de que el presente influirá notablemente en la situación que encontrarán en el futuro quienes ahora componen la masa productiva del país. En estos momentos, cuando la crisis se ha dado por liquidada, grandes, medianos y pequeños se dedican a hacer caja a costa de la  precariedad de salarios con que aprovechan la gran demanda de empleo y sobre todo la del colectivo mejor preparado y formado, cuya situación es lamentable y vergonzosa.

Esto es algo que todos lo vemos día a día menos los ciegos de conveniencia, los sindicatos, los  nuevos sindicatos verticales que subsisten a costa del erario público. El desprestigio cosechado durante los años de la crisis, reflejado en el fracaso de las últimas huelgas  generales de 2011 y 2012 y su posterior silencio, les condiciona ahora para acometer el reto de hacer partícipe a la clase obrera de los beneficios que reporta la salida de la crisis, que sería  su misión principal y no la de buscar otros caminos menos pedregosos que les permitan vestir las calles de rojo sin asumir compromiso alguno que no sea aprenderse el discurso populista y demagógico y soltárselo al respetable.

Poco o nada se han preocupado los sindicados por el colectivo de parados, si acaso la preocupación por fomentar los ERE, mandar gente al paro y cobrar por la gestión . Pero si poco se han preocupado por los parados, no recuerdo que las dos grandes centrales sindicales salieran a la calle cuando Zapatero congeló las pensiones o cuando aumentó la edad de jubilación. Los pensionistas nunca han sido motivo de preocupación para los sindicatos; ni las  mujeres, que apenas forman parte de sus cuadros, pero visto el poco recorrido que les queda allá donde realmente deberían presentar batalla, han buscado en los movimiento espontáneos de pensionistas y mujeres el lugar ideal para volver a colocar las rojas banderas que portan sus paniaguados.

Las manifestaciones convocadas para el 17 de Marzo por las pensiones no son sino una tapadera de su ineficacia y un intento de hacerse notar en la calle, aprovechando además la facilidad de movilización de un colectivo manejable y  muy susceptible de embaucar con arengas y consignas tan populistas y demagógicas como irreales. Los que debieran salir a la calle son los trabajadores que pueden ver peligrar sus pensiones si el Pacto de Toledo se va al garete solo porque los nuevos partidos emergentes no lo firmaron en su momento y no asumen como suyo el compromiso. Los trabajadores son los dolientes en este momento  y no los pensionistas.

Los partidos deben ser capaces de dejar aparte peleas de patio de vecinas y volver al Pacto de Toledo para buscar soluciones a futuro. A Podemos  le va bien aprovechar que alguien salga a la calle a protestar por lo que sea para capitalizar la protesta y el PSOE y Ciudadanos  que no se quieren quedar descolgados les hacen de comparsa, a ellos y a los  sindicatos; a los sindicatos que  deberían estar luchando porque la masa salarial aumente hasta recuperar el terreno perdido  y con ella las cotizaciones que han de servir para el cálculo de las pensiones futuras, en vez de dedicarse a hacer ruido, teñir las calles de rojo y conseguir titulares en  los periódicos.

El movimiento surgido del colectivo de pensionistas, si mantiene su carácter reivindicativo sin tinte político, tiene toda la legitimidad en cuanto que reclama una forma justa de actualizar sus pensiones sin pérdida de poder adquisitivo. Los pensionistas han sufrido la crisis atendiendo a muchos de sus familiares pero han mantenido su pensión intacta en unos años de inflación cero o negativa y con  el único sobresalto de la congelación de Zapatero, poco contestada por cierto por estos que ahora reclaman; en cambio millones de trabajadores se fueron al paro perdiendo sus trabajos, sus viviendas y en parte su dignidad. Estos son los que en realidad deben preocuparnos porque de su precariedad actual no puede colegirse un futuro  brillante para sus pensiones.

La carta del Euro que ha soliviantado a los pensionistas y dado alas a los oportunistas sindicales y populistas, es una muestra más de que el gobierno de tecnócratas de Rajoy no conecta con la ciudadanía y aunque su efectividad para hacernos salir de la crisis está fuera de duda, su lejanía con el pueblo va a pasar más factura al PP que sus casos de corrupción y a las encuestas me remito.

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Pensionistas y mujeres, oportunismo sindical

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