Acabamos de terminar el proceso electoral el 26-J y tenemos sobre la mesa la decisión de los ciudadanos. Siendo el escenario distinto al 20-D, las novedades producidas no son suficientes como para que una fuerza política, pueda asegurar el futuro Gobierno. Bajo ningún concepto puede repetirse la situación estéril del 20-D, ni mucho menos acudir al irresponsable expediente de dejarse llevar hasta unas terceras elecciones.

Tenemos a muchísimos conciudadanos afectados por la fractura social. Apenas llegan a los 20 días del mes y a partir de entonces, echan mano de tarjeta de crédito, si la tienen o piden que les fíen en la tiendo del barrio. El número de personas que están en el borde de la línea, con riesgo de pobreza o exclusión social, alcanza los 13,6 millones, el 29% de la población. Ha cambiado el perfil del pobre, ya no es alguien en paro, sino que trabaja, pero le pagan una miseria. Un nuevo tipo de trabajador pobre, ha denunciado Cáritas: el  62% de la gente a la que atendió en 2014 era de barrios buenos y de clase media, y el 53% trabajaba.

Es un tipo de pobreza no evidente y que se oculta. El sociólogo de la Fundación Foessa,  Guillermo Fernandez, que ha coordinado el estudio Análisis y Perspectivas 2016, entiende que: Son los que se quedan atrás, cuando empieza la recuperación de la crisis. Cuando se sale de la recesión, la pobreza se reduce a un ritmo mucho más lento que cuando se creó. Tenemos una España a dos velocidades y se han hundido las rentas más bajas. El Informe Foessa se presentó el pasado 2 de junio, justo cuando el Gobierno en funciones anunciaba que el paro había bajado de cuatro millones de personas, por vez primera en seis años. El Coordinador del Estudio Foessa explica: “No hay ninguna comunidad autónoma mejor que en 2009, la recuperación no llega y llevará tiempo”. A este ritmo, necesitaremos siete años para llegar al mismo nivel de hogares sin ingresos antes de la crisis. Entonces eran 400.000 y ahora andamos por 700.000.

Cerrar esta la fractura social, expuesta en los dos últimos puntos y aparte, supone cerrar las importantes cicatrices que la austeridad ha dejado en nuestra sociedad. En España solo se han recuperado uno de cada tres empleos perdidos durante la crisis, hay 2,6 millones de ocupados menos que a comienzo de 2008 y nuestra renta per cápita es un 5 más baja. Los recortes fiscales han mermado además la capacidad redistributiva del Estado, incrementando significativamente las desigualdades.   

Los resultados electorales han sido sorprendentes. El PP ha subido votos y escaños con respecto al 20-D, precisamente en los feudos más populares afectados por la corrupción. Tales como la Comunidad Valenciana, Madrid o Cataluña, donde Fernandez Díaz era nº1 por Barcelona y acababa de estallarle una conversación, sostenida en su despacho en 2014, donde lo revelado otorga veracidad a las sospechas de manipulación y uso irregular de instituciones públicas, con fines que nada tienen que ver con la persecución de la criminalidad, sino con la de atacar a los adversarios políticos. Este “penúltimo escandalo” complica aún más que el actual inquilino de La Moncloa, el Sr. Rajoy, pueda recabar los apoyos necesarios para seguir gobernando. ¿Por qué no dimite ya, el ministro?

       En las redes sociales los electores más desencantados con el resultado del proceso electoral echaron mano de Valle Inclán y de su obra “Luces de Bohemia”: “En España el mérito no se premia. Se premia robar y el ser sinvergüenza”. Lo que resulta evidente es, que el voto no es el mejor método de castigo para los políticos imputados, ni aquí ni en el extranjero. Solo tienes un voto y pretendes decir muchas cosas. El voto es ideológico y partidista. El sistema político español era ideal para la corrupción. En nuestro país, hasta 2014, solo había dos opciones cerradas. Era un sistema ideal para tener un votante cautivo a pesar de la corrupción. Sin embargo, en los modelos británico y norteamericano su sistema de elección es mayoritario y elige personas, Cada político se juega su reputación. El profesor Victor Lapuente propone tres acciones opuestas a las que se han estado implementando durante los últimos años. En lugar de “prestigiar la política”, se debería aspirar a prestigiar la Administración, esto nos acercaría a las democracias más avanzadas. En lugar de dar mas fuerza a los partidos, buscar el equilibrio dando más peso a los políticos individuales. Y en lugar de dar una pluralidad externa y sectaria de los medios de comunicación, deberían mimar la pluralidad interna.

Ha llegado la hora de administrar los resultados electorales del pasado 26-J, no va a ser tarea fácil, pero se espera de todos los partícipes en los acuerdos, el máximo de entrega y responsabilidad. Se precisan soluciones para la estabilidad de España. Necesitamos un Gobierno que satisfaga las necesidades de todos los ciudadanos. Que sea creible ante los españoles y ante nuestros socios europeos. Comenzamos a construir nuestro futuro ahora. Suerte para todos.

Por favor, decidan con urgencia

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