Ya ha comenzado oficialmente el trajín electoral. A quienes escribimos de vez en cuando, en ésta época de ruido y promesas, nos gustaría irnos por los cerros de Ubeda, pero la actualidad manda. Tampoco hace falta obsesionarse, aún reconociendo que ésta campaña tiene algo especialmente morbosa. No es una campaña al uso. Es mediática por excelencia. Mucha entrevista en radio y televisión, sobre todo. Esta segunda parte promete ser más “guerrera”, más viva, más mitinera. Movidas que algunos partidos están deseosos de llevar a cabo. Ciertos líderes necesitan aplaudir, aplaudirse y que les aplaudan. Y dar caña al rival, porque si no, la cosa tiene poca gracia. Estamos en época de sonrisas, saludos, reparto de flores y besos, etc. Después del día 20, todo eso cambiará como de la noche al día y  “si te he visto no me acuerdo”.

El PP tiene la esperanza de recuperar a su voto inestable. El de castigo, dicen los más frikis. Haber estado en el gobierno en momentos tan críticos como los vividos, suele pasar factura, máxime si se toman medidas difíciles e impopulares, tal vez necesarias, pero incomprendidas, incluso salvando la deslealtad y desvergüenza de algún colega. Ante esto, no sólo lo han sabido reconocer, sino que se han quitado de encima ese lastre, reaccionando y tomando medidas para evitar nuevos casos. Ya veremos qué ruta eligen y cómo y hacia donde reaccionan los mal llamados “indecisos”.

El PSOE nada en aguas turbulentas. No terminan de estar contentas las bases.  Hay ruido constante. Llega de Andalucía, de algunos barones, de aquéllos que esperaban otras políticas. Las encuestas, que con todo respeto yo siempre pongo en cuarentena, no dejan en buen lugar al equipo de Sánchez. Según cuales, le bajan y le suben con la misma facilidad que la Bolsa en época de crisis, aunque siempre queda el conformismo habitual de que el resultado de las urnas es la verdadera encuesta ciudadana. Hay demasiados vaivenes e incertidumbre, amenazando con pactos “anti”, si las cosas se ponen feas. En todos sitios cuecen habas. Es verdad que hay cierta inestabilidad electoral en los dos grandes partidos que ahora se verán obligados a repartir la vianda con otros que llegan, que tampoco tienen clara la estación donde irán a parar.

Ciudadanos, oscila. Todos lo quieren como “amigo” en un hipotético triunfo, pero ninguno lo prefiere para ir cogiditos del brazo y pasear a contemplar la puesta de sol. Es una formación viva, sí, pero con tantas dudas como ilusiones. Nadie sabe a ciencia cierta cuál es su orientación. Es como la novia deseada. Desde su puesta en escena le han puesto más etiquetas que a los trajes del Príncipe de Gales. Lo cierto, es que si todo sale como muchos piensan, más de uno lo querrá como pariente próximo. Pero ¡ojo¡ a veces las apariencias engañan.

Podemos y sus derivados bailan como la yenka, menos en la derecha, claro. Al principio se aferró a la izquierda radical de siempre, trasnochada, y sin abandonar esa lancha, busca navegar por aguas más tranquilas, a la espera de que aparezca en el horizonte la isla salvadora. En su primera visita oficial al Congreso, en jornada de puertas abiertas, su líder quiso probar cómo se está en el principal sillón del Gobierno. Se sintió “presidente” por un momento, gracias a la petición pícara de los compañeros gráficos. Aunque pasen muchos años para ello, ya tiene foto en el banco azul. Cuesta poco conformarse.

Izquierda Unida, por su parte, busca reflotar la intención de algunos de los votantes que les fueron fieles en otro tiempo. El trabajo de algún dirigente de la formación no ha convencido ni a los suyos. Es más, deja un lastre de desinterés enorme. Es lo que suele ocurrir cuando el piloto no tiene clara las coordenadas y no encuentra la pista idónea para aterrizar. También es cierto que la aparición de formaciones “hermanas” han podido provocar desajustes y trasvases inesperados. Eso pasa en las mejores familias.

En la formación de Rosa Díez tampoco ha habido sosiego y sí más de un tsunami, aunque concurre con ilusión, las encuestas apenas si la tienen en cuenta, pero, como se suele decir en La Mancha: “hasta San Antón Pascuas son”.

Lo cierto es que los españoles en general y los castellano manchegos en particular, debemos despejar las dudas sembradas después de tanto lavado de cerebro y acudir a votar responsablemente. Sigue siendo válida la premisa de que “más vale lo “malo” conocido que lo “bueno” por conocer. A toro pasado es muy fácil lamentarse y dar “caña al mono” si luego nos quedamos en casa a que los Medios nos lo cuenten. Después,  más de un político, y muchos ciudadanos, se irán al rincón de pensar porque para unos y otros habrá “Sonrisas y lágrimas”. Eso sí, todos habrán ganado, aunque, como suele ocurrir”, “no es oro todo lo que reluce”.

Sonrisas de prensa

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