Leo el periódico a diario con la esperanza de que alguien haya encendido la luz de este país. Todas las mañanas, la misma frustración. No sé cómo se llama este color que es más oscuro que el negro.

I. Fascistas y antifascistas.

En ciertos temas es arriesgado opinar. Cuando te sales del guion establecido te llaman fascista. El significado del término no tiene nada que ver con el histórico original. Actualmente es un término peyorativo que se usa de manera frívola la mayor parte de las veces. Generalmente se llama fascista a alguien y después se le atiza de una u otra forma. Recuerdo ahora cuando la portavoz de VOX en Cuenca (Inma Sequí de 18 años) recibió una paliza en las puertas de su casa al grito de “fascista”. La gente pensó que había sido tan solo un caso de brutal agresión. No fue así, estaban involuntariamente haciendo una demostración de fascismo. Si alguien sigue sin entenderlo es que tiene un problema neurológico. A mí desde ese momento me quedó claro meridiano: si no estás de acuerdo conmigo, te arreo, fascista asqueroso.

Otro ejemplo reciente que se me ocurre es el de Joaquín Sabina. En una entrevista osó decir que no tenía ningún respeto por el problema catalán (daba sus razones) y Joan Tardá (ERC) lo llamó fascista en un tuit. Añadió, ¡qué asco! Esto del asco a las opiniones ajenas es un bofetón, virtual, creo yo. Además de un detalle que demuestra grandeza y talante democráticos. Tenemos el país petado de demócratas luchando contra los fascistas. No hay que preocuparse.

Albert Boadella está más que acostumbrado a que le apliquen el término en su Cataluña natal. Si le ven en una entrevista, aprovechen y aprendan lo que es un fascista de toda la vida. Bueno, de toda la vida, de toda la vida, no. Porque el tiempo que estuvo en una cárcel franquista no cuenta. Fue luego, un poco más tarde, cuando al fascista de él le dio por llevarle la contraria a la clase política y mediática catalana. Hace poco, le cortaron un trío de cipreses que había plantado fuera de la valla de su casa (en Jafre, Gerona). Unos amables (y anónimos) vecinos se los lanzaron al jardín como si fueran jabalinas. Otro ejemplo magnífico de lucha antifascista ejemplar.

En todos estos casos, el agresor insultó desde la superioridad moral y el convencimiento absoluto de estar cargado de razón. Las circunvoluciones cerebrales de algunos son infinitas e insondables.

He dejado para el final el ejemplo más reciente donde el significado histórico y el peyorativo vienen a mezclarse para terminar de liarlo todo. La semana pasada un grupo de estudiantes de Sociedad Civil Catalana (SCC) fue agredido, por jóvenes con estética independentista, en el Campus de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB). SCC es una asociación contraria a la independencia de Cataluña, claro. Les amenazaron con una navaja y les destrozaron la bandera de España. SCC presentó una queja al Rector. No era esta la primera vez que SCC se quejaba formalmente ante el Rector de la UAB. Durante el pasado Carnaval, el sindicato de estudiantes independentistas SEPC, puso carteles por toda la UAB en los que se podía leer: “recordad que nuestras fiestas se basan en el respeto, así que no admitimos actitudes sexistas, racistas o españolistas”. ¡Cuánta bondad y cariño desprenden estas palabras! Unos días después del Carnaval, saludaron, desde su página de Facebook, a Otegui a su salida de la cárcel. “Los estudiantes de Bellaterra te estábamos esperando. Seguimos trabajando por la libertad de todas las naciones que hoy en día permanecen presas en esta cárcel de pueblos llamada

España.” Si le hubieran soltado unos días antes, podría haber ido al Carnaval. Una pena. Parece un grupito entrañable.

Vamos, que los de SCC tragan bilis a menudo. Este mismo sindicato les acusó, hace una semana, de estar vinculados con el fascismo más reaccionario y la extrema derecha españolista. Españolista no es un término afectuoso. Viene a ser algo así como estar enfermo de españolidad. Si pensamos que el sufijo -ista desempeña la misma función que el –itis en la ciencia médica, es tener a España inflamada. Yo no me he notado nada. Tendría que consultarlo.

Cómo se diría, ¿cataloñistas? Como decía antes… un país petado de demócratas donde se respeta a todo el mundo.

Hace una semana también, a raíz de otro incidente en la UAB (es cuento largo que diría Günter Grass), la prensa catalana usó antifascista alegremente:

– El Periódico: “Pelea entre un grupo neonazi y otro antifascista en la UAB. La presencia de una carpa de Societat Civil Catalana ha desencadenado el enfrentamiento”.

Llevaba la falda muy corta, parece.

– La Vanguardia: “Dos heridos al enfrentarse grupos de ultraderecha y antifascistas en la UAB”.

Los titulares dicen una cosa y yo otra bien distinta. No eres antifascista por pegar cuatro gritos, estelada en mano, a un grupo neonazi y a una asociación cívica. El antifascismo es, en este contexto, partirse la cara por defender la libertad de expresión de los compañeros que piensan como tú y de los que no. Esto no ocurrió el otro día en la UAB. No, el otro día en la UAB se intentó acallar a los miembros de SCC al grito de “fascistas” y de otras lindezas como “chusma”. No hubo más héroes allí que los que hablaban de respeto, tolerancia y diálogo. Lo que sería una espléndida noticia es que no tuviera que haber héroes en este país, que nadie hiciera callar a nadie. Por cierto, esto me recuerda algo: ¿dónde está el gobierno? ¿Se están defendiendo nuestros derechos civiles en todo el territorio nacional?

Seguimos juntos, libres e iguales.

El Parlamento Europeo concedió a SCC el premio Ciudadano Europeo 2014. Sus méritos para ello: “promover valores tan importantes como la concordia, la convivencia, el respeto, la tolerancia, la libertad de expresión y el diálogo”.

El video de lo que ocurrió el otro día está disponible en la red: Nueva agresión a SCC en la UAB.

Alguien ha apagado la luz (I)

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