Tengo un recuerdo que comparto con otras 6.000 personas que, como yo, eran estudiantes en 1996. Siempre que oigo: Facultad de Derecho de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM), tengo la inmensa suerte de recordar aquello. Recordar viene del latín recordari, y significa volver a traer al corazón.

El 14 de febrero de 1996 un profesor de Derecho de la UAM estaba hablando por teléfono. Un joven entró en su despacho y le pegó tres tiros en la cabeza. Luego, salió al pasillo y amenazó a los estudiantes que se encontró con matarles si le miraban a la cara. ETA había asesinado a Francisco Tomás y Valiente, Catedrático de Historia del Derecho y ex presidente del Tribunal Constitucional. Ocho días antes había asesinado al socialista vasco Fernando Múgica. Aquel año también mataron al ertxaina Ramón Doral, al sargento Miguel Ángel Ayllón y al empresario Isidro Usabiaga. Además, mantenían secuestrados al empresario José María Aldaya y al funcionario de prisiones Jose Antonio Ortega Lara. Felipe González era entonces el presidente del Gobierno.

Mi recuerdo arranca el día posterior al asesinato de Tomás y Valiente. Yo entonces realizaba mi doctorado en la Autónoma. Cuando supimos que iba a haber un acto de protesta por el asesinato de Tomás y Valiente en la puerta de su facultad, cogimos guantes blancos del laboratorio y acudimos a la llamada. Recuerdo a la gran masa de gente que permanecía en silencio. Estuvimos con las manos blancas alzadas al cielo mucho tiempo. En el mismo momento en el que le enterraban, alzamos aún más las manos. Había una pancarta que decía ¡Basta, ya! Fue un día muy triste. Pero hubo después muchos más días tristes y muchas manifestaciones multitudinarias. Fueron años de hierro.

Los alumnos que comienzan este año un grado universitario como Derecho nacieron en 1998. Para ellos, Tomás y Valiente forma parte de los libros de texto. Sin embargo, el año en que nacieron, ETA asesinó a otras seis personas.  Para mí el nombre de Tomás y Valiente se enhebra en lo más profundo de mi forma de ser, en mi forma de ver y sentir la vida en democracia. Para mí, es sinónimo de libertad de pensamiento, de convivencia, de tolerancia. Para los alumnos de Derecho de la UAM, Tomás y Valiente es, además, el nombre del aula magna de su facultad.

Hoy (19 de octubre de 2016), otros violentos han vuelto a aquellos pasillos. Han impedido que se celebre una conferencia en el aula magna a la que acudían Felipe González y Juan Luis Cebrián. Han acusado a Felipe González, como lo hizo Pablo Iglesias en el Congreso, de tener las manos manchadas de cal viva. Han pedido el acercamiento de los presos etarras al País Vasco. Mucho de ellos han tapado sus caras con caretas o pasamontañas. Como hacían los etarras y sus cachorros.

La universidad debe ser siempre un espacio de diálogo, de debate. Debe ser la casa de la libertad de pensamiento, de la convivencia, de la tolerancia, del saber, de la capacidad crítica, no de la estulticia y burricie más profunda, como ha sido hoy. A la universidad se va a cara descubierta.

Hay quien dice que esto ha sido un acto estudiantil. Lo niego rotundamente. Estos gañanes que voceaban, ¿serían capaces de debatir frente a González o Cebrián? Lo que hoy han dejado muy claro es que gritan, pero no piensan. Han desaprovechado la gran ocasión que les brindó la Decana de Derecho para utilizar el método universitario. Tenían la oportunidad de preguntarle (y discutirle) al expresidente del Gobierno español todo lo que quisieran, sobre el GAL, sobre los asesinatos de ETA, los secuestros, etc… No tendrán capacidad, o no les interesará. Seguramente solo les interesa crear tensión en las calles, en los espacios públicos. Como entonces.

Hay quien dice que quiere tomar las calles. Nuestras calles son muy suyas, no se dejan tomar por cualquiera. A aquellos 6.000 solo nos sacará de nuevo de casa la lucha contra la intolerancia, contra la injusticia, contra el fascismo. Como entonces.

 

Como entonces

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