La Feria moderna  en la Cuerda comenzó cuando el Ayuntamiento  marcó los espacios a ocupar por las   Peñas, algunas de las cuales  tenían su sede dentro del recinto. Se normalizó el tipo y tamaño de las casetas y se les impuso un canon para su funcionamiento por el que, entre otras cosas, debían permitir la entrada a las mismas a socios y no socios, sin distinción. Se les facilitó el acceso a la energía eléctrica y al alcantarillado. Al principio fueron unas pocas Peñas las que se instalaron en la Cuerda. Como socio fundador que fui de la Peña El Sarmiento recuerdo que éramos apenas una decena las que al principio se instalaron, La Besana, La Espila, Enemigos del Agua, Magisterio, Harka Manchega, Amigos del Caballo, El Sarmiento, Ferroviarios, Los Cabales; no recuerdo en qué orden y seguramente he olvidado algunas.

En un principio y en plena euforia  peñista, se desarrollaba una intensa actividad en todas, campeonatos, concursos, actividades para niños etc. etc. Funcionaban bien el bar y la cocina y poco a poco fueron haciendo abuso de la privacidad contradiciendo la norma municipal – una de ellas siempre tuvo la puerta cerrada al público-  y comenzaron a cerrarlas a la gente con la excusa  del aforo permitido y de que había actuaciones pagadas exclusivamente por los socios.

Al paso de los años, la euforia fue cayendo, los socios disminuían, los costes se elevaban y los subastadores de bar y cocina pretendían hacer de la Feria el “Agosto”. Esto dio lugar a que muchas de las Peñas prácticamente en quiebra optaran por alquilar de alguna forma la caseta a bares de copas y restaurantes de la ciudad, trasladados por esos días a la feria. Así las Casetas se convirtieron en discotecas, zonas de copas y restaurantes, con la única referencia a su origen en un mínimo letrero en la portada. El espíritu con que nació la Cuerda moderna, que pretendía tener un parecido con las ferias andaluzas en las que la caseta es  el núcleo fundamental de la fiesta, había desaparecido convirtiéndose en otra cosa diferente cuya deriva no comparto y además exijo como ciudadano que se respete el fin con el que se crearon y a quienes lo hayan convertido en negocio aplicarles la tasa que corresponde a negocios  y no a Peñas benéficas o sin ánimo de lucro.

La intención del Ayuntamiento de valorar las actividades de estas peñas a lo largo del año me parece interesante aunque el seguimiento de las memorias anuales sea difícil de comprobar. No obstante, aquellas Peñas que tienen actividades  a lo largo del año generan facturas, utilizan ocasionalmente instalaciones municipales  y tienen  cobertura mediática. Bastaría sin embargo darse una vuelta por la Cuerda y de inmediato se aprecia lo que es una caseta de Peña y una de negocio camuflada. Que lo hagan o no dependen de muchas cosas pero sobre todo del amiguismo y el clientelismo político. Lo cierto y verdad es que parte de la Cuerda se ha convertido en una zona de botellón “legal”, que ocupa la vía pública, invade el ambiente de ruido que perjudica la actividad de casetas vecinas y genera tanta o más suciedad que la del botellón de la Plaza de Toros. Ya lo critiqué en alguna ocasión; la “zona” como estas casetas de feria invaden el espacio público y deben ser reguladas con más firmeza. De nada vale  saltarse la normativa del botellón durante cinco días cuando se está permitiendo el botellón “legal” toda la feria.

Y a otra cosa mariposa, Ya va más de un millón de personas los que hemos pasado por la Feria. Es impresionante conocer los puntos de origen de los visitantes. Lo que tradicionalmente se limitaba a poco más o menos los cien kilómetros a la redonda ahora se extiende a cientos. El recinto ferial se queda chico en los fines de semana, por cierto que no sé si la autoridad tiene previsto su desalojo en caso de grave necesidad, pero los pasillos que comunican los redondeles aparte de ser estrechos están ocupados por puestos de chorizos y morcillas que forman un tapón permanente.

La Feria de Albacete se recrece cada año, algo sucia y algo cara, como todas, pero una gran Feria que no tiene parangón con ninguna otra de la Región y de media España. Es la Feria de Albacete y de toda la comarca. Yo recuerdo en mi niñez  cuando, viviendo en las casas de Gabriel  Villalba al principio de la carretera de Barrax,  mi abuelo me compró un caballo de cartón que me llegaba por encima de la cintura, aquello sí que era un caballo. Pasado el tiempo, recuerdo en mi juventud que desde mi pueblo, Sisante, salían uno o dos autocares diarios por la mañana y con vuelta de madrugada. La Feria de Albacete era para nosotros tan nuestra como la que daba comienzo el en pueblo el día 13. La Feria de Albacete ha conseguido ser la Feria de todos; ahí está su mérito.

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Cosas de la Feria

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