Me había prometido no volver a escribir una palabra sobre el cachondeo catalán pero el esperpento a que nos tienen acostumbrados ya produce más tristeza que risa, es tristemente irrisorio y aunque pareciera que con el tiempo nos dejaría indiferentes, la verdad es que no es así y está produciendo tal hastío que me invita a gritar “ya está bien, váyanse a tomar por donde amargan los pepinos”. Tenían la oportunidad estos días de al menos fingir una realidad de entendimiento y acercamiento que diera una imagen nueva de Cataluña pero los tuertos del país de ciegos siguen en sus trece, Colau y Torrent dan plantón al Estado y al Rey  en la MWC sin percatarse de que este acto no es sino y sobre todo una patada a Cataluña en el culo de los españoles a los que el Rey representa, porque a la postre todos sufriremos las consecuencias del procès, pero ellos mucho más.

Parece mentira que con un pie en la calle y otro en Estremera estos obstinados pseudo revolucionarios  persistan en el error, claro que ahora los que más estiran el cuello son los de segunda fila, los que no tienen de momento cuentas con la justicia, aunque en el caso de Torrent camina sobre el filo de la navaja y más le valiera forzar la situación y propiciar la investidura de alguien “no tocado”, con el único fin de que todos  los catalanes puedan disponer de un gobierno que atienda sus necesidades. Los resultados de la negociación-disputa-reparto entre los secesionistas que publica la prensa solo apunta a una huída hacia adelante, un órdago al Estado a ver si mientras tanto los ridículos embajadores de la causa, Puigdemont y Gabriel, son capaces de convencer a Bruselas y Ginebra de que España es Venezuela.

Los secesionistas y sus parientes de la izquierda podemita nos están descubriendo el juego,  la operación de tierra quemada que acuse al Estado como responsable. Para ellos no importa que no haya Gobierno, que las empresas se vayan, que crezca el paro o que los hospitales estén desatendidos. Para ellos la crisis económica y social es el caldo de cultivo de su laboratorio populista, una masa insatisfecha a la que se crea  un enemigo imaginario.

A la  alcaldesa de Barcelona, que pasaría por ser imagen del prototipo de madre y  ama de casa del nacional catolicismo de la Sección Femenina, le importa un pimiento que quiebre Barcelona – de hecho ya lleva tres años sin presupuesto-, que se vaya la Agencia del Medicamento, que esté en el aire la continuidad de la MWC, que los cruceros busquen otros puertos de atraque, ¡qué más le da!, a ella le preocupa que los suyos, los okupas tengan casa y presupuesto y en ello está.

Los secesionistas esperan que con el tiempo haya en Madrid una coalición de socialistas y comunistas en el Gobierno que sigan debilitando esta entelequia de Estado que aún queda, pongan en la calle a sus “mártires” y les de alas para decidir en un “referéndum de terror” el futuro de Cataluña, dentro o fuera de un Estado Federal  que dejara en mantillas al federalismo cantonalista de la primera República. Esperan esto porque saben que  la izquierda gobierna solo para los suyos, o al menos primero para los suyos y que la idea que la izquierda actual tiene de España es confusa y en palabras de Zapatero, discutible; de ahí que confíen en pescar en rio revuelto y que lo que ahora les parece el diluvio se quede a la vuelta de poco en aguacero.

Mientras tanto, el culebrón  diario catalán  asalta los telediarios y aunque según el CIS ya no es una gran  preocupación para los españoles, sí al menos coincidirán en que en un coñazo de órdago. Los secesionistas no son más pero tienen más escaños y van a gobernar siguiendo una nueva hoja de ruta parecida a la anterior pero jugando al ratón y al gato con el Estado y la Justicia. Es decir que a pesar del tiempo y las energías perdidas todo va a seguir igual o peor en Cataluña,  porque además se avecina una larga temporada de revanchas y venganzas. Cataluña ya son dos e irreconciliables. Si los no independentistas no se ponen deberes y permiten seguir siendo  avasallados  por la chusma del secesionismo, no sé si quedará otro remedio para Cataluña que no sea llenar las cárceles de traidores y convertirla en un gulag para la reeducación.

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El camino se acaba pero ellos siguen

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