No parece que el eslogan “No pasarán” haya servido históricamente para mucho a los madrileños. Lo puso la República y pasaron, lo puso el PP ochenta años más tarde y han vuelto a pasar, con la diferencia de que entonces entraron tropas victoriosas con todo el glamur que eso arrastra y en esta ocasión al PP se le han colado como de tapadillo, aprovechando los unos una sentada de inconformistas cabreados y los otros como una columna de fantasmas a los que Cataluña se les quedaba pequeña. Han llegado y se han quedado y al menos los segundos sueñan con desfilar victoriosos por la Castellana en plazo no muy lejano. Los primeros, cual caníbales, están en lo de comerse unos a otros para que los que al final sobrevivan se dediquen en cuerpo y alma a destruir todo el orden establecido, todo el sistema y sustituirlo por una nueva legalidad presidida por una estatua de Stalin y otra del homínido del Orinoco.

Sí, Mariano, han pasado y te han despojado de las dos flores que adornaban tus cármenes, a una porque se rodeó de polinizadores que chuparon el néctar del jardín municipal hasta dejarlo exhausto. La otra  porque en sus pies de barro han ido escarbando propios y ajenos, enemigos todos; unos por despecho, envidia, venganza; otros por pura necesidad de conquistar el poder. Entre todos la mataron y ella sola se murió reza el dicho y no va muy descaminado ya que la campaña de acoso y derribo hace tiempo que se inició y aunque la acosada ha sido hábil sorteando obstáculos ajenos, ha sucumbido incapaz de sortear los propios, los suyos personales y los que desde su propia formación ha ido poniéndole ese pequeño frasco de veneno que habita en Moncloa, discípula aventajada de Maquiavelo que ya supera con creces el alto listón que le dejara “Fredy el Químico”.

La crónica de una muerte anunciada ha concluido. Un largo mes de agonía en el que no ha faltado quién la defendiera al considerar que el asunto del máster es tan banal y extendido entre una clase política llena de oportunistas  semianalfabetos, que su sacrificio solo serviría para gozo de quiénes no han sido capaces de arrebatarle la presidencia en las urnas. El anuncio de una moción de censura de Pedro Sánchez, con los “sin Dios, sin Patria y sin Rey” y apoyada de forma oportunista por los “con Dios, con Patria y con Rey” no ha hecho sino obligar a Rajoy a tener que pensar en que sería más conveniente, actuar o no actuar, hacer o dejar de hacer, adelantarse al tiempo o dejar trabajar al tiempo.

Como andará el socialismo madrileño de sobrado que ha tenido que echar mano de un simpatizante, no militante, que un día fue ministro y por tanto corresponsable  del peor Gobierno que ha conocido la España democrática, el de Zapatero. Como posible suplente para lo que hiciera falta, otra independiente, una señora que ha ido saltando oportunistamente de la judicatura a la política y que en ella hace cierto aquello de que la cara es el espejo del alma por el odio y resentimiento que se desprende de su mirada y de su locución. Mal andan los socialistas si para la Comunidad madrileña  y para la Ciudad de Madrid tienen que echar mano de lo ajeno, quizás por la mala experiencia de los propios, que llevaron a Esperanza Aguirre a la presidencia.

Cristina Cifuentes ha dimitido no por los demás sino por ella misma. Cuando  el video envenenado (¿de qué veneno?) de la mala experiencia en el centro comercial ha salido a la luz, no ha podido aguantar más una imagen de pulcritud y lucha contra la corrupción. Esos detalles no caben entre la clase política si es de derechas. La izquierda roba cientos de millones a los obreros andaluces y no pasa nada pero para la derecha es un crimen no resistirse a la tentación de sustraer una pijada en un supermercado.

Cabría avergonzarse de ella por este desliz en el que caen cientos de famosas, pero es más vergonzante el odio y ánimo de venganza de quién ha guardado celosamente el video para sacarlo en el momento oportuno. Los políticos de derechas habrán de tener cuidado hasta de tirarse un pedo en misa, que siempre habrá alguien pendiente de grabarlo y hacerlo viral.

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La batalla de Madrid

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