Que nos encontramos en un momento clave para hacer política respecto al sistema de pensiones está claro, con casi diez millones de pensionistas y unos diecinueve millones de ocupados, debemos cubrir el coste de un pensionista por cada dos trabajadores en tiempo real pues la ‘hucha’ se quebró con la crisis.

Por otra parte aquellos premios a la natalidad de Franco en los sesenta nos recuerdan ahora que en unos diez años deberemos comenzar a re-absorber al ‘baby boom’ que ya arrasó recientemente el mercado inmobiliario, pudiendo llegar a cifras cercanas entre jubilados y trabajadores, dado que la natalidad desde los ochenta se redujo drásticamente.

Para echar más leña al fuego resulta que aumentó el número de años para cobrar el 100% de la pensión, pero la discontinuidad y la calidad del empleo se ha reducido notablemente con la crisis.

En estas estamos cuando ahora iniciamos el despegue de un nuevo crecimiento e inflación, proponiendo ridículas subidas proporcionales y reducción de impuestos que sólo resultan en aumento de la diferencia entre pensiones altas y bajas.

La sostenibilidad del sistema está en entredicho, pero mientras Puigdemont y los expresidentes del Gobierno de España y de muchas CCAA cuentan con pagas desorbitadas que pueden sumar a otros complementos privados. Bueno, Puigdemont renunció, es cierto, aún así cobra como diputado del Parlamento regional unos 3000€/mes estando fugado de la justicia, y a los 65 seguro la percibirá, ¿nos apostamos algo? Sus señorías, por su parte, perciben indemnizaciones reguladas, aún por sus poco más de tres meses en la XI Legislatura, sí la del 2016, recibirán complementos para llegar a la máxima pensión regulada. Mientras tanto al resto de los ciudadanos se nos pedirá, por el momento, 37 años cotizados.

Ciertamente el horizonte para un español del ‘baby boom’ no es muy alentador, a no ser que se dedique a la política. Pero, son trabajadores con mejor formación que han comenzado a tomar la calle y saben que el control del gobierno será suyo, sin duda, cuando el grueso del electorado sea en más del 50% de pensionistas, pero también que habrán de trabajar al menos hasta los setenta años.

Ahora tomarán en serio a los ‘gurús’ que anticipaban una España envejecida, incapaz de soportar el déficit de la Seguridad Social, empobrecida, con poco poder adquisitivo, salvo la clase política y pocos privilegiados que se exiliaran para disfrutar de sus pagas. Pidan un impuesto a la banca, dicen algunos, para salir del paso, pero entonces lo transferirán a sus clientes, pagándolo los propios pensionistas, ¡que imaginación!

¿Quo vadis España?

 

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Las pensiones para políticos y Puigdemont

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