Recuerdo como si fuese hoy, la ilusión que me hizo cuando el manitas de mi padre (habilidades que no heredé) construyó una radio de galena, utilizando un trozo de tablero de madera como base, un diodo, un condensador variable  y una  bobina construida con un tubo de cartón en la que enrolló un cable de cobre con unas determinadas vueltas. La antena era un  somier con marco y muelles metálicos. Enseguida me aficioné a la radio, afición que hoy sigue; en mi mesita de noche nunca ha faltado una radio, ahora a pilas, de Abuelo Cebolleta, me dicen. Conectaba con EAJ 44, Radio Albacete, luego Cadena SER. Yo tendría unos 5 años, que juro los he tenido.

Seguía con verdadero interés la Guerra de Indochina. Por una parte como parte invasora, Francia; como parte invadida, Indochina, que la formaban los dos Vietnam, Laos y Camboya, ayudados por China y la URSS. La guerra la perdió Francia, ayudada por EEUU, que ensayaba para posteriormente perder la de Vietnam. La lucha duró hasta marzo de 1954. El líder de este país era Ho Chi Minh y la batalla decisiva que puso fin a la Guerra y a la ocupación francesa,  fue la de Dien Bien Phu. Lo recuerdo como si fuese el final de una novela de aventuras Se separaron el Norte y el Sur por la Conferencia de Ginebra. Asistieron también Laos y Camboya y todos acordaron respetarse.

Mi atención siguió, ya con otra radio de “ojo mágico”, y era muy aficionado a las escuchas clandestinas de Radio Pirenaica y Radio Andorra (emisora del Principado de Andorra, decía una voz femenina aguda, melodiosa, inconfundible) para saber que pasaba en la otra España que no salía en las emisoras nacionales controladas. De éstas recuerdo los “partes informativos”, las salves patrióticas y el himno final de la emisión, con parte  de los Tradicionalistas, Falange y de España, luego un pitido sostenido.

Consecuente a la Paz de Ginebra, el  ejército francés volvió a la metrópoli, es un decir, pues rápidamente se marchó a reprimir la Guerra que acababa de comenzar ese mismo año en Argelia, para su independencia, donde se llegaron a juntar 400.000 soldados franceses, casi la mitad argelinos que lucharon contra su propio pueblo. El ejército argelino era el FLN que empezó a atentar en Francia, fundamentalmente Paris. Para contrarrestar, se formó un grupo armado de extrema derecha francés, la OAS, que también atentaba en Paris; llegó a tener 30.000 personas. El Presidente de Francia era el General De Gaulle, mi posterior general. Y ahí entro yo, que con mis 16 años, con todos los permisos: paterno y parroquial y “bien informado políticamente”, como se decía entonces, junto con el pasaporte, mi gran maleta de tela de cuadros, tipo del gran Alfredo Landa, mucha ilusión y conociendo únicamente a una persona en Paris,  puse rumbo a ese avispero. Un montón de horas en  un camarote de tercera con trasbordo en Madrid. Cambio de tren en Francia; primer asombro por su comodidad. Más horas de viaje y  llegada de noche. Larga caminata por las desconocidas y desiertas calles parisinas, con la pesada maleta suspendida, sin ruedas, sin dinero para taxi y llegada a un hotelito cercano a la casa del posible mecenas. Visita a la mañana siguiente. Cesión de un apartamento en calle Rivoli, con aseo comunitario, lleno de bohemios: pintores y cantantes. Y ya búsqueda de trabajo. Primer problema, nivel de francés el académico español: nada. Segundo, no ser estudiante, que lo eras al ser universitario. Y tercero, no tener permiso de trabajo, para lo que había que tener 18 años. El primer día ya pude disfrutar de las detonaciones de los “plastiques”, bombas pláticas que se adherían al lugar donde querían atentar con un detonador. Iba haciendo la calle, preguntando en todos los bares, cafeterías y restaurantes. De vez en cuando me tenía que quedar dentro un rato, para que pasasen las algaradas de todos los grupos en conflicto y el ejército que los perseguía, disparos incluidos, sangre en los adoquines. Yo vivía en una película de aventuras, pero con hambre. Me uní a una gran manifestación contra un Muro, que se había levantado en Berlín, que luego se llamó de la Vergüenza.

A estos grupos se les añadían los Blousons Noire, pertenecientes a la sub-cultura; eran violentos, espíritu de banda, vestían de cuero negro y atacaban con cadenas de bicicleta. Hablé con alguno en Montmartre, donde viví 15 días. Muchos eran hijos de madre francesa forzada por soldado alemán invasor. Su referencia era James Dean y en Francia, Johny Hallyday. Fui atacado posteriormente por ellos estando en un albergue. Los repelió un argelino de 2 m. y 120 kg., con cadenas de motos en ambas manos.

La cosa no daba nada más que para una baguette con leche condensada para todo el día y una cenita frugal a la francesa en casa de los mecenas. Por fin, en un anuncio del periódico, encontré trabajo en un laboratorio. Su nivel de español era nulo pues, ya que entonces en el pasaporte español era obligatorio poner el estado civil, me llamaban Monsieur Soltero. El laboratorio fabricaba medicinas para el ejército francés. Yo, en concreto, ponía unas ampollas de mercromina (yo había probado su eficacia en las heridas que me hacía jugando en la calle, pobre, sin play station) en una fajita de algodón. Si el soldado era herido, mientras le atendían, rompía la ampolla, impregnaba la fajita y se embadurnaba la herida desinfectándola. Estuve varios meses así. El ambiente era muy agradable, hasta había una divorciada que no olía a azufre y el Secretario General Juvenil del PCF, al que pertenecía Picasso, y que conocía. Me carteé con él, hasta que la censura se hartó de abrirme las cartas. Me mandaba el periódico L,Humanité. Seguramente les gustaba “de leer” a los censores de la Dirección General de Seguridad y TOP.

En el laboratorio, mis jefes eran muy comprensivos y atentos. Cada semana me veía obligado a pedir adelanto del sueldo, que era más de tres veces el salario mínimo español, y me lo daban. Ya me pagaba un albergue y mi abundante comida en una taberna de obreros. Se acabó el mecenazgo. Ya tuve que venirme con el curso muy empezado pero con una gran experiencia comprimida, que me ha servido posteriormente. También traía documentación de la URSS y su exposición sobre los Sputniks (acongojado en la frontera). La guerra de Argelia se terminó al año siguiente por los Acuerdos de Evian y os destripo el final;  perdió Francia y Argelia se independizó. No  debería haber dejado solos a estos franceses pues,  sin mí,  perdimos la guerra.

Mi guerra perdida junta a De Gaulle

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