Una semana para renunciar a una dictadura, ocho días para convocar elecciones libres, le dice Sánchez a Maduro con una Europa atormentada en sus problemas, que ya no ilusiona ni muestra sus cartas en relaciones internacionales. El mensaje, no obstante es sublime, pero para entender hay que escuchar.

No puede hacer más, o no quiere. Sánchez sabe que por el momento está de paso, que no puede categorizar, que depende de sus alianzas, pactos y que no debe buscarse más enemigos. Los bloques resuenan de nuevo, ahora en América. El «chavismo» campa a sus anchas destrozando la economía, la sociedad venezolana y pende del resto del escenario mundial, queda China y Rusia, no más, ni menos, quizá debamos considerar Turquía. Los Castro ya se fueron, y México soporta la escena sólo con el aliento. Europa calla, no dice todo por el momento, respira y pide tiempo, preguntan qué hacer a Sánchez, Merkel está dispuesta, Macron y May también, pero las dudas de unos lazos de radicales de izquierda que levemente le mantienen, a le hacen concederle ocho días para que sea demócrata, quizá atormentados con Grecia e Italia que les dan la espalda, aunque Iglesias repudió a Maduro hace unas semanas, justo antes de Navidad, ¿recuerdan?

Ahora Guaidó puede ser el líder de la Transición, y puede serlo porque las balanzas externas caigan de su lado, y el hambre haga el resto. El apoyo de USA de nuevo, aquello de América para los americanos. Creo que está ahí la llave del tibio apoyo recibido por España, por Europa, pues además de todo no debemos olvidarnos que tenemos un «teatro» propio, el circo independentista montado, con líderes en el exilio, políticos presos, lazos amarillos… que demandan reconocimiento internacional. España debe pues medir su postura si no quiere que después le corrijan, debe enfrentar a Maduro desde una prudente segunda fila, no vale aquello de «¿por qué no te callas?», debe dar tiempo a que las cosas ocurran, para no soportar reyertas futuras sobre su protagonismo.

¿Tendrá tiempo suficiente Guaidó con una semana? Otra vez la guerra fría, otra vez perseguidos, otra vez injusticia social, otra vez Maduro con su dictadura callando bocas con el precinto de la soberanía de un Estado, que poco hemos cambiado.

En casa, nos queda un gobierno en campaña, con pocos escaños, oposición al alza y pocas ideas que aplicar para cambiar el «statu quo», decidir sobre regular o liberalizar, subir en taxi o en VTC, dialogar dentro de la ley o pactar mayores concesiones, presionar o empujar sin que se nos vea… Por Venezuela ojalá y ocho días sean suficientes para acabar con el chavismo, pues dictadores hubo siempre, no es necesario desenterrarlos.

 

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Ocho días para ser demócrata…

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