Viendo que, en cuanto a la política patria, lo único que me interesa, sinceramente, es Inés Arrimadas, me centraré en nuestro hermano mayor europeo, quien está resultando ser un moroso en relación a los fondos económicos prometidos a África y Oriente Próximo para evitar las migraciones. Los refugiados, vanguardia de los pueblos, generan distintas emociones: desde la compasión a la indignación, pasando por el miedo que despiertan en los más timoratos y conservadores.

Quizá porque ya he visitado el continente de ébano en cuatro ocasiones –y las que me quedan-, siento una suerte de solidaridad hacia el mismo y en general hacia el sur, y empiezo a renegar de mi filiación europeísta cuando tomo conocimiento de que los países europeos únicamente han cubierto el cuatro por ciento de los fondos prometidos. Las promesas europeas, visto lo visto, son como las eternas promesas de matrimonio del novio zalamero y huidizo, se quedan en nada.

Los que, al igual que yo, crecimos observando con esperanza el experimento europeo que hoy se va deshilachando, llevamos ya tiempo suspicaces al toparnos con la cruda realidad, que no es otra que constatar que el engendro europeo no sirve básicamente para nada, salvo para atornillar económicamente a los países integrantes con más problemas y realizar habituales vacuas proclamas.

España llegó tarde y mal al invento comunitario, básicamente porque por aquel entonces aquí andábamos todavía con la dictadura de Su Excremencia Paco El Rano y los hermanos aventajados no nos quisieron dejar entrar en su incipiente y selecto club. Lógico. Desconozco si fue por dicho motivo o por nuestra particular idiosincrasia, pero el tema es que hoy día seguimos en el pelotón de los torpes, prórrogas deficitarias inclusive.

El respeto a los derechos humanos, el estado del bienestar, el libre mercado y los fondos de cohesión eran algunos de los dogmas social-económicos que exhibía con orgullo la propaganda europeísta y cuyo credo nos enganchó a muchos, pero la actualidad nos revela que en ocasiones el verbo no se hace carne y no se han consignado los sesenta y dos mil millones de euros que pretendía canalizar Bruselas en su aplaudido fondo fiduciario. Promesas incumplidas, como la canción de Belén Moreno. Los estados miembros, como el eterno novio sátrapa, se resisten a cumplir con lo prometido y soltar los euros para evitar que les invadan los mandingas o los pobres caras tiznadas de los sirios, si bien la UE no fijó plazo alguno para dicha contribución y ahí, en mi opinión, radica el problema. Lamentable.

Esto sólo se le ocurre al que asó la manteca, puesto que si me permiten el símil doméstico, supongan que en una reunión de la comunidad de propietarios el Presidente exhorta a los comuneros al pago de sus cuotas sin exigirles plazo alguno para ello. A su libre voluntad. Pasa lo que pasa y resulta inevitable una nueva y sucesiva convocatoria, que es lo que está haciendo actualmente el ejecutivo -Comisión- europeo, llamando a capítulo financiero a las tropas.

Los hay que escuchan más, como Holanda y Bélgica, y los hay que escuchan menos, como la izquierda radical griega que, si bien es cierto que no anda para dispendios, mantiene una actitud espartana en relación al pago de la cuota. Curioso ejemplo el de los griegos, que no pagan ni aunque los asomes a las Termópilas, con el agravante de que a través de la ruta del Egeo están siendo inundados por el flujo migratorio.

Bruselas cumple pero no así los países miembros que, ya desde el momento en que estalló la crisis, lo primero que hicieron fue reducir o suprimir de plano sus aportaciones a la cooperación al desarrollo de terceros países. Anda y que les den a los pobres del sur, pensaron nuestros queridos vecinos del norte, lo que certifica de nuevo que ambas latitudes no machihembran bien. Mucho te quiero perrico pero pan, poquico. El justo, vamos. El corte en el suministro financiero para evitar la migración subsahariana y de Oriente Próximo ha provocado sin duda un aluvión de cadáveres a la deriva en aguas mediterráneas, con lo que el asunto no es baladí.

Mientras tanto, y a pesar de ese pírrico cuatro por ciento únicamente desembolsado, la Comisión anuncia, como nueva promesa incumplida, la dotación de otros mil millones adicionales que serán aportados entre la UE y los países miembros, olvidando que, según Mazzini, “las promesas son olvidadas por los príncipes, pero nunca por el pueblo”.

 

Promesas incumplidas

La Opinión | 0 Comments