Empieza a apretar seriamente la canícula en claro preaviso de lo que viene. Sol y moscas. Para los que nacimos mientras caían chuzos de punta, la soflama se convierte en una pesada mochila cargada de piedras con la que acarrear diariamente. Queda a salvo del agotador bochorno el primer frescor matutino, bendición divina y oasis del sufrido caluroso. Las primeras calimas nos traerán diversas estampas típicas, como la aparición de torneadas y doradas siluetas femeninas en contraposición a ciertas barrigas ignominiosas masculinas que ponen a prueba la ley de la gravedad sobre pies blanquecinos, referente playero este último que podríamos calificar como el antídoto de la lujuria.

El incipiente verano nos trae nueva campaña electoral y los partidos se afanan en producir vídeos y documentales variados, aunque a algún candidato no lo va a volver más joven o más apto ni el mismísimo Ridley Scott. Pretenden meternos por los ojos aquello que ya ni siquiera queremos que nos metan en el buzón. Si nada cambia, el sempiterno presidente en funciones volverá a ganar, blanqueando de esta manera el sambenito de la corrupción, y quizá por deméritos ajenos se convierta en el presidente biónico, jubilándose en la Moncloa aunque para entonces sus huesos ya cabalguen a lomos de un exoesqueleto.

Otra campaña electoral. Qué tormento. El tedio anida en mí. Por otra parte, asistimos a la constatación de una máxima política más que evidente: una cosa es predicar y otra dar trigo, y los ideales y programas pasan a segundo término siempre y cuando afecten directamente al político o simpatizante en cuestión, que entonces logra desdecirse y justificarse. Así, los beodos guiris afincados en España, a pesar de su anhelado brexit -British Exit-, reniegan del mismo a fin de no perder sus beneficios sanitarios e inmobiliarios. Nos ha jodido.

De igual manera, es posible que este verano nos encontremos apartamentos playeros ocupados abyectamente por los esgarramantas de la CUP, siempre y cuando dichos inmuebles no pertenezcan a un tal Benet Salellas, claro está, que es propietario y usuario, según alega, de varios pisos, locales y terrenos a la vez. Omnipresencia. Anticapitalistas con capital. Con un par.

Curioso esto de evitar algo cometiendo algo peor. En Barcelona claramente tienen un grave problema y por parte de las nuevas hordas políticas se fomenta el abordaje inmobiliario al socaire de un pretendido derecho a la vivienda. Desconozco si la nomenclatura CUP proviene del verbo oCUPar. Más que ocupar lo ajeno, lo que habría que hacer es ocuparse del problema propio, digo yo. Pero claro, yo no soy nadie y además carezco del excelso sentido común de la nueva clase política. Nunca me ha gustado el verano porque, entre otras cosas, constato que el sol calienta peligrosamente y en exceso determinadas seseras.

Mientras el termómetro se dispara al alza, y entre caña, espetos y Eurocopa, asistiremos también, sin duda, a una aclamadísima mejora de las cifras del paro por la campaña estival, merced, básicamente, a lo que ya afirmaba Paco Umbral, esto es, que España era básicamente “un país de camareros y putas”. Empleo precario y sectorial que logra maquillar cifras y engañar a los más propensos al engaño, esto es, los necios y los incondicionales.

Mientras el estío anuncia su llegada con fervor, algunos presidentes autonómicos quizá lo pasen a la sombra. Bendito país y caluroso verano el que nos espera. Yo ya ando buscando destino vacacional bien lejos.

Reflexiones veraniegas

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