Los retos a los que se enfrenta la sociedad española son extraordinarios. El principal es el desempleo. Otro, la desigualdad. Paralelamente, el desendeudamiento privado  y público. Y junto a estos , la adaptación  de nuestro sistema productivo a la nueva revolución industrial del siglo XXI, la revolución digital, cuyas consecuencias sobre el paro y la desigualdad pueden ser importantes. La respuesta requiere fortalecer la productividad y el crecimiento a largo plazo, y que este crecimiento sea inclusivo. De lo contrario, el paro, la desigualdad y el endeudamiento se harán crónicos.

         Habría que articular una alianza entre producción, conocimiento y empleo que reduzca el paro y la desigualdad. La industria es un motor de investigación, innovación y tecnología. La pandemia evidencia la necesidad de contar con cadenas de suministro básicas para hacer frente a este tipo de crisis sanitarias. Las principales instituciones europeas( Consejo Europeo, Comisión, Parlamento, Banco Central Europeo, etc.) han decidido dar un importante aliento a los que conciben Europa no solo como un espacio mercantil y monetario sino, sobre todo, una comunidad de pertenencia, autónoma y dedicada prioritariamente a defender los intereses ciudadanos

 La extensión de los fondos puestos sobre la mesa para luchar contra las consecuencias económicas y sociales de la crisis pandémica (más de tres billones de €uros), su distribución entre los beneficiarios (España, Francia, Italia y otros), así como las garantías aportadas por el Banco Central Europeo a los mercados prestadores y la enorme cantidad liberada, demuestran claramente que Europa acaba de abrir una nueva senda esperanzadora.

En los últimos 35 años ha habido un rápido proceso de transformación de la industria occidental. Globalización, multinacionalidad, cambios tecnológicos, fenómenos demográficos, sociedad del conocimiento, sostenibilidad. Los beneficiarios de éstas nuevas tendencias han sido los países emergentes destacando sobre todos Brasil, Rusia, India y China. España no ha escapado a estos desafíos, agravados por los siguientes factores 1.) Modelo productivo caracterizado por una elevada intensidad relativa del factor trabajo. 2.) Predominio de sectores productivos de demanda media y baja, con limitada capacidad de innovación 3.) Elevada presencia de pequeñas y medianas empresas.

La cifra de negocio media por empresa industrial española es de 2,6 millones de €uros, frente a los 10,1 de las alemanas; 7,4% en Holanda y Bélgica; 5,8% en Reino Unido y 4,2% de las francesas. Inferior peso de la industria española sobre el total de la economía en comparación a la UE. En España supone un 17,5% del VAB frente a un 20,3% en la UE. Y dicha participación se viene reduciendo a lo largo del ciclo expansivo

En los últimos años ha primado la obtención de resultados en el corto plazo, ejerciéndose una elevada presión sobre la demanda, especialmente focalizada hacia la construcción. A lo que suman las dificultades  de la actual coyuntura, especialmente, la caída de la demanda por el aumento del desempleo, la gran incertidumbre y los problemas financieros (tesorería, circulante, morosidad, estrangulamiento del crédito, etc).

El confinamiento y la parálisis de la actividad han arruinado a la industria hasta extremos catastróficos. En abril la producción industrial cayó en términos interanuales el 33,6%, el hundimiento más acusado desde que existen serias estadísticas en la democracia. Si se considera que la actividad industrial es responsable del 80% de las inversiones en investigación y desarrollo, se tendrá una idea clara del daño que produce esta crisis industrial en el futuro de la economía del país. La industrialización de muchos sectores es una reserva muy importante de empleo, productividad y crecimiento. Las economías muy avanzadas y que mantienen la participación de la Industria en su PIB por encima del 20%, avalan empíricamente este mayor bienestar y resiliencia  de las sociedades industriales.

Los salarios son más elevados (entre un 20% y 25% superiores a los del sector servicios en España) y los empleos son más estables (un 81% de los contratos en la industria española en 2019 eran indefinidos y el 95% de los empleos lo eran a jornada completa)

Sin embargo, la industria ha sido el patito feo de la política económica de todos los Gobiernos. La estrategia de apertura y liberalización para el ingreso de España en la Comunidad Económica Europea penalizó especialmente a la industria. Y lo mismo ocurrió con la paridad de la entrada de la peseta en el Sistema Monetario Europeo en los ochenta y en el €uro en los noventa. Además, en ,esa época era frecuente escuchar, hasta en boca de ministros de industria, que la mejor política industrial era la que no existía.

Pero quizás lo más significativo de la falta de interés político por la industria fue la decisión de suprimir el Ministerio de Industria en el año 2.000. No hay ejemplo similar en ningún otro país europeo.

No faltan ideas para definir la política industrial necesaria que lleve a este sector español al 20% del PIB como quiere Europa. Hay que invertir en la mejora tecnológica en las empresas para que compitan por productividad en lugar de por salarios. Los costes energéticos que paga la industria española son superiores a los que incorporan empresas de otros países en el precio final de sus productos. El estatuto redactado para regular los precios de las empresas de consumo intensivo tiene años de retraso. El tercer pilar de una estrategia industrial debería implicar una orientación en los estudios medios y superiores hacia la gestión empresarial

La falta de trabajadores cualificados es un hándicap para el crecimiento de muchas industrias manufactureras y de las nuevas industrias. A la vez, las personas con FP son las que tienen menor porcentaje de paro en España. Es la paradoja del FP. Por tanto, es el momento de buscar también una alianza a largo plazo entre industria y sistema educativo para generalizar y consolidar la formación dual, la que se realiza en los centros y en las empresas. Esto hará de la FP una fuente importante de empleo de calidad y dará legitimidad social a esta opción educativa.

La crisis ha creado una conciencia clara de la necesidad que tienen las empresas de tener capacidad de I+D y una cultura de innovación permanente. Pero, por su escaso tamaño, muchas empresas no pueden desarrollar esa capacidad internamente. Se han de buscar aliados. Es necesario aumentar urgentemente la inversión en I+D, desde el 1,25% actual, hasta por encima del 2% del PIB, que es donde se sitúa la media de la UE. Es una responsabilidad de las Administraciones Publicas y de las empresas. La investigación y la industria están muy vinculadas. El 80% de la investigación e innovación privada que se hace en nuestro país nace da la industria. La robotización y la inteligencia artificial no tienen por qué destruir empleos por sí mismas. Si las personas tienen la formación necesaria para responder a estos retos, surgirán mayores oportunidades

Hay que ser muy cuidadosos con la fiscalidad y el empleo. Es absolutamente necesario que se paguen impuestos de forma claramente progresiva para poder desarrollar y prestar servicios comunes y de calidad al conjunto de los ciudadanos y, fundamentalmente, a aquellos de pocos recursos. Pero para repartir riqueza, antes hay que crearla, por lo que los esfuerzos de las empresas en invertir, en crear empleo, en desarrollar investigación e innovación, deben ser reconocidos fiscalmente. La fiscalidad debe estar al servicio de la inversión, la generación de empleo y la innovación, para que se genera industria y se cree empleo industrial de calidad

Las renovables tienen que ser la punta de lanza de la reforma tecnológica. La aplicación del Plan de Transición Energética vital para cumplir con los objetivos de lucha contra la contaminación y decisivo para impulsar la renovación de la industria española, tropieza en la práctica con varios obstáculos financieros y técnicos que el Gobierno quiere corregir con un conjunto de medidas contenidas en el Real Decreto Ley aprobado el martes 22.

El Plan de Transición Energética no es sólo un Proyecto para reducir la contaminación insoportable ; también debe considerarse como una pieza imprescindible en la recuperación industrial del país, tanto en términos cuantitativos (alcanzar el 20% del PIB, como pide Europa) como cualitativos. Hay que invertir en producción con más valor añadido; para ello, es obligado incorporar más capital y más formación por unidad de producto. La transición desde un sistema energético convencional a uno en el que sean dominantes las energías eólicas fotovoltaica o termosolar es la vía mas cercana que tiene la industria española para ganar tamaño y rentabilidad. Las decisiones energéticas tomadas el martes día 22 son las que convenía adoptar para asegurar el Plan.

En las políticas medioambientales, la competitividad debe compatibilizarse con la sostenibilidad medioambiental . Si los acuerdos para una sostenibilidad del clima no vinculan progresivamente a todas las grandes economías del mundo, si no avanzamos  en la implantación de un precio del CO2 válido para todos los países del mundo y en Europa adoptamos medidas unilaterales, nos podemos encontrar con problemas  en sectores sensibles a la llamada fuga de carbono.

El nuevo Contrato Social que necesita España requiere de esta alianza entre empresas, sector público y sociedad. Es un instrumento básico para desarrollar la política industrial estratégica imprescindible para lograr esa santa alianza entre industrialización, conocimiento útil y empleo. El día 24 de este mes la pandemia ha evidenciado problemas preexistente, ha acelerado procesos y tendencias previas, y ha barrido en cuestión de semanas dogmas neoliberales que se consideraban incuestionables. La recuperación de Europa se hará con dinero público haciendo caso a la máxima expresada por la   jefa del FMI (Fondo Monetario Internacional), Kristalina Georgieva: ¡Gasten cuanto puedan!. Todo apunta a que esto no va de reformas, sino de una profunda renovación, y por tanto una nueva negociación del contrato social.

Los elementos que debe incorporar este nuevo contrato, el rol de lo público, de lo privado, de lo social, o la creación de nuevos espacios híbridos de cocreación está también en la mesa de negociación, como lo está la inaplazable necesidad de incorporar al futuro como un actor esencial, abordando así los retos de la sostenibilidad.

Además  de ésta capacidad para lograr (esos) acuerdos políticos y sociales favorables al crecimiento y el empleo, la Industria genera virtudes cívicas benéficas para la democracia. Por eso, los países desarrollados están volcados de nuevo en favorecer la reindustrialización. La Industria nos salvará.

Relocalizar la industria española

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