En la larguísima campaña electoral, “que disfrutamos” desde las europeas, la cuestión catalana, tal y como era previsible, se ha colocado en la fachada principal de la misma. Cuando pedimos sosiego conviene resaltar la sensatez y el buen sentido del Lehendakari Urkullu cuando dice que: no se crea un Estado independiente de la noche a la mañana, y que el Rajoy que él conoce está incapacitado para el acuerdo y la solución política. En España ocurre lo mismo que se critica en Cataluña: la razón patriótica sirve para borrar la agenda ciudadana. Ha perdido protagonismo principal: el futuro del trabajo digno que el sistema actual, nacido de la reforma laboral del PP, no garantiza; la insoportable cuestión de la desigualdad; la suicida política económica de austeridad compulsiva; la insoportable corrupción que no cesa; los efectos de los recortes sociales que han dejado demasiadas personas en el camino entre la pobreza y la marginación. No olvidemos la agenda ciudadana.

La aparición de nuevos partidos, Ciudadanos y Podemos ha dado lugar al incremento de voto no decidido hasta el 22,2%, consecuencia de una competitividad electoral alta, con nuevos partidos que entrarán con fuerza en el Parlamento. Estamos en momentos de cambio. Se ha acabado lo de votar a los de siempre. Eso hace que los ciudadanos dejen de votar por inercia y se piense su voto. Los actores políticos nuevos, supone mayor volatilidad y sin duda mayor incertidumbre sobre el resultado final, lo que provoca mayor indecisión.

Esta campaña excesivamente larga se lleva a un ritmo muy fuerte desde las ofertas de programa a los aspirantes en sus intervenciones. Donde abundan las contradicciones. Por ejemplo Albert Rivera (Creo va a demasiadas revoluciones, siempre) cuando presentó sus 30 propuestas en Cádiz el fin de semana pasado, entre ellas sustituir el Senado por un Consejo de Presidentes de las Comunidades Autónomas con funciones legislativas. Hombre, si la prueba de fuego que no ha pasado la Constitución de 1978, al no ser capaz de asegurar el equilibrio entre los principios de unidad y autonomía. No logrando dar una respuesta ni a las ansias de autogobierno y tampoco ha podido resistir a la visión centralizada del Estado.

Sosiego necesario

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