España siempre fue país de pícaros, rufianes y “espabilaos” entre otras muchas categorías y no es raro que  en momentos oportunos o críticos salga alguno de ellos a predicar las virtudes de tal o cual brebaje que alivia los males.  En los tiempos que vivimos, en los que el individuo prefiere ahorrar energía no pensando y dejándose llevar, la sociedad se ve envuelta en procesos de cambio que aunque se vieran venir desde atrás, poco o nada se ha hecho por adaptarla. El problema de la despoblación rural es uno de ellos.

Vemos con tristeza y resignación cómo los pueblos languidecen. Calles enteras casi vacías esperando a los tórridos julio o agosto para que las llenen de vencejos y de veraneantes. A partir de septiembre la tranquilidad para unos pocos, la ruina para otros cuantos y la penuria para todos.

Ante esta situación, de la que se habla mucho y se hace poco, en principio porque es poco lo que se puede hacer, aparece el demagogo, charlatán o embaucador de turno que pone el grito en el cielo y predica soluciones tan ilusorias como utópicas, arrastrando tras él a quienes aún conservan la esperanza o están a punto de sentirse derrotados, también a los ilusos, ingenuos o visionarios que creen todo a pie juntillas o sueñan con bajar el reino de los cielos a ras de tierra.

Eso es “Teruel existe”, en términos bíblicos conducir al pueblo a cruzar el mar Rojo sin saber si se abrirán las aguas para dejar paso y hacerles peregrinar por el desierto esperando un maná que no saben si llegará. Mientras tanto el Moisés turolense, a muchas leguas del pico de Javalambre, obtiene de su caudillaje pingües beneficios personales para él y sus negocios gracias al seguimiento a ciegas, mucho corazón y poca cabeza, de un alto porcentaje de votantes. Además con la suerte circunstancial de convertirse en efímero árbitro y reina por un día en el devenir político del neosanchismo.

26,70% de votos en la provincia y 42,57% de votos en la capital. Así han premiado los turolenses el discurso vacuo de unos vendedores de humo, cayendo en el error de confundir las Cortes de España con las Cortes de Aragón . Es en estas últimas en las que se gobierna la CCAA. Allí es donde debe existir Teruel y allí es donde los representantes electos provinciales tienen que dar batalla para conseguir lo que crean merecer o en justicia les corresponda. Ni en el Congreso ni en el Senado se habla de presupuestos provinciales ni asuntos locales. En el Congreso se legisla sobre asuntos de interés nacional, el Senado está para sestear. Es en las Cortes de Aragón, en el palacio de la Aljafería, donde se administra Teruel y su futuro, allí es donde tienen que demostrar que Teruel existe y no solo Zaragoza o Huesca.

Que Tomás Guitarte haya colaborado con su voto a la investidura del gobierno del  nuevo Frente Popular posiblemente sea  un intercambio de cromos; posiblemente también él haya sacado lo que buscaba y ahora estará pensando en qué migajas repartir a sus votantes para mantener el chollo. De todas formas se ha dado demasiada importancia a ese voto, que muy bien hubiera sido sustituido por uno de ERC casualmente distraído.

Lo peor de Teruel existe es su capacidad de contagiar a otras provincias cuyos políticos no son capaces de defender los intereses de las mismas en sus CCAA y a otras que se sientan marginadas dentro de la suya por el exacerbado colonialismo  de sus capitales. Soria !Ya! se crece al ver los resultados de Teruel. León dice que se va, arrastrando a otras dos provincias, Almería está hasta los mismos de Sevilla y en Castilla La Mancha conocido el efecto del imperialismo toledano, saldríamos todos escopeteados al grito de maricón el último.

Hasta Cuenca ha llegado la moda identitaria  y ya un grupo de gente “guapa” cuyos intereses individuales desconozco firman el “Manifiesto por Cuenca” en el que entre otras vaguedades dice: pedimos políticas de Estado, dotadas del suficiente presupuesto, para que la provincia de Cuenca se repueble y sea una provincia próspera, con igualdad de oportunidades, tal y como obliga nuestra Constitución.” A continuación y sin apenas distinguir las competencias estatales y autonómicas continua: “Para ello necesitamos inversiones públicas y atraer inversiones privadas, ayudas o bonificaciones fiscales para la implantación de empresas, simplificación de trámites burocráticos, modernización de la Administración, una estrategia de desarrollo rural que aproveche las oportunidades que ofrecen los pueblos de generación de empleo y de contar con una mayor calidad de vida, con menor contaminación y viviendas a precios más reducidos, manteniendo eso sí el acceso a los servicios públicos de forma equiparable a los del medio urbano.”, necesidades que deben ser planteadas, exigidas y negociadas en las Cortes regionales y con el Gobierno regional que son quienes tienen las competencias para todas esas reivindicaciones

Cuenca es una provincia con tres comarcas, dos de las cuales están despobladas y además sin remedio alguno. Al norte de la A-3 aún quedan casi doscientos municipios que tan solo albergan al 30% de la población (excluida la capital) frente a los situados al sur de la A-3, unos cincuenta,  que congregan al 70% y la mayor parte de la riqueza de la provincia. Pero Cuenca es sobre todo una provincia marcada por el carácter serrano de su capital donde lo que se derrocha en el norte se escatima en el sur y si no fuera por la rígida estructura administrativa provincial muchos pueblos del sur estarían encantados de pertenecer a mancomunidades interprovinciales o provinciales de  Albacete, Toledo o Ciudad Real (por orden según límites comunes) o de formar parte directamente de esas provincias. No deja de ser grave que muchas empresas de los pueblos der sur estén radicadas socialmente en Albacete, por proximidad geográfica y facilidad administrativa.

Cuenca también existe, faltaría más, pero la multitud de municipios de la Sierra y parte de la Alcarria apenas si tienen posibilidad de subsistir si no es mediante la explotación de la industria turística. En cambio en la Mancha y la Manchuela donde si hay posibilidades de crear riqueza debe evitarse el goteo de pérdida de población, que no viene dado tanto por la emigración a otros lugares de España sino por el desfase entre nacimientos y defunciones,  a consecuencia de la ausencia de políticas que premien la natalidad (TBN 6,29 por mil) y de la desaparición en pocos años de las generaciones nacidas entre los años veinte y cuarenta del pasado siglo que fueron  multitudinarias (TBM  11,81 por mil).

Cuenca sufre como otras provincias de Castilla-La Mancha el imperialismo toledano como también es cierto que La Mancha sufre el imperialismo conquense. No se trata de ser insolidarios pero hoy por hoy no pueden existir municipios con diez, quince o veinte habitantes censados y las difíciles fusiones entre ellos deberían ser consideradas de carácter urgente y obligatorio. Bien están este manifiesto como otros que puedan venir pero Cuenca no tendrá futuro si no mira al sur, en cambio Albacete si mira “al norte de su norte” y aquí cabría otro manifiesto titulado “Cuenca, tomen nota”.

Teruel existe…y Cuenca también, faltaría más

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