Si esto es un ejemplo de la cultura que produce nuestro País estamos arreglados. “Títeres desde Abajo” seguramente es un grupo de indigentes libertarios, próximos a la CNT granadina, que en vez de trabajar como cualquier cristiano para levantar España, se dedican a destruirla atacando las instituciones desde abajo, desde los cimientos. Utilizan la escena dando vida a irreverentes muñecos, en boca de los cuales ponen toda una sarta de insultos contra todo aquello que significa orden, respeto, convivencia y derechos individuales. El escarnio llega a límites que se confunden con la injuria y con frecuencia sobrepasan los límites del buen gusto, del odio y de la decadencia humana.

Sus obras están colgadas en la red. En YouTube pueden seguirse algunas como  “En la plaza de mi pueblo” donde se refieren a la monarquía con frases como esta «Con carácter transitorio, aquí tienes tu cetro, primer supositorio. Y después, 10.000 republicanos van a practicar el medievo con tu ano».  Aún así y sin desviarse un ápice de su alma anarquista, acaban esta obra narrando en off  «Cuenta la leyenda que el pueblo instauró la dictadura del proletariado, se volvieron caníbales y llamaron a su país Corea del Norte», de donde puede  deducirse también que dan a diestro y siniestro, razón por la que algunos los justifican.

La obra representada en Madrid “La bruja y don Cristobal”, recientemente estrenada en Granada, trata de una bruja que representa a una anarquista okupa que va a tener que enfrentarse a los “enemigos del pueblo”, a saber: la propiedad privada, la religión, las Fuerzas del Estado y la ley. La bruja anarquista okupa recibe la visita del dueño legal de la casa donde vive, al que representan como violador que pretende aprovecharse de la situación, que consuma la violación antes de ser asesinado por la bruja, que a consecuencia de esto queda embarazada. Una vez nacido el niño aparece en escena una monja que pretende arrebatárselo a la bruja y esta la mata, igual que hiciera con el propietario de la casa. A continuación aparece la policía que propina a la bruja una brutal paliza y la deja inconsciente, justificando su actuación en un letrero que colocan a su lado y que dice “Gora alka-eta”. Aparece a continuación el Juez que acusa y condena a la horca a la bruja, la cual se busca la maña para que el Juez introduzca la cabeza en la soga y  lo ahorca.

Es una triste historia de odio y de muerte. Los okupas anarquistas odian al propietario pero no luchan por llegar un día y poseer un techo propio donde cobijarse, todo lo contrario, su única meta es matar al propietario y con ello eliminar la propiedad privada. Odian a la religión cristiana a la que acusan de represiva y enemiga de las libertades, no así al Islam con el que no se atreven a insinuar sus desmanes. Matan a la monja como ya hicieran ochenta años atrás y con ello creen haber eliminado  esa lacra religiosa. Acusan a los poderes públicos de ser unos verdugos que apalean inocentes y buscan coartadas que les justifican. Acusan de asesinos a los jueces y proponen como única alternativa el linchamiento de los mismos, eliminar la justicia matando a sus representantes. Matar, matar y matar, esa es la cuestión, esa es la salida, esa es la forma de luchar contra lo que no les gusta, ese es el futuro de quienes viven en una sociedad que les permite ser libres y a la que quiere exterminar.

Si vergonzoso es el argumento de “La bruja y don Cristobal” como para llevarlo a la escena, ya sea en el gran escenario o en el guiñol, más vergonzoso aún es que haya alguien ostentando poderes y responsabilidades públicas,  con el agravante de conocer las andanzas de esta compañía de titiriteros, colgadas en YouTube y se atreva a contratarlos y sin el menor escrúpulo recomendarlos para el público infantil. Esta es una más de las fechorías de la Concejala de Incultura del Ayuntamiento “carmení”, Celia Mayer, que se queda tan fresca y le resbala lo que el pueblo diga o sienta si no coincide con lo que su diminuto cerebro alberga.

Y si lo de la concejala es de forzada dimisión, lo de Ada Colau, Pablo Iglesias y Alberto Garzón es para echarse a llorar, porque al fin y al cabo la concejala es una pobre idiota que no ve más allá de sus ojos nublados, pero los otros tres son y aspiran a algo más, al menos los dos últimos que ya se ven sentados en el Consejo de Ministros. Dice Ada Colau en Facebook: «La sátira no es un delito. En una democracia sana hay que proteger toda libertad de expresión, hasta la que no nos guste». Pablo Iglesias en Twitter «Buenas noches compañeros titiriteros’ @JuanDiegoBotto valiente, marca la diferencia. Rodilla en tierra amigo», refiriéndose a la proclama del tal Juan Diego en los Goya defendiendo a los titiriteros. Más peligroso es aún el mensaje de Alberto Garzón que tira por tierra el Estado de Derecho afirmando en Twitter:  «Muy peligroso. Estamos instalados en un clima de autoritarismo terrible e inaceptable». Quizás la nota más sensata por menos sectaria pudiera ser  la de Raimundo Viejo, Diputado de  En-Comú-podem que dice: “En democracia puede haber actos de mal gusto, desafortunados en términos pedagógicos y hasta estúpidos, pero no delitos”.

Yo no comparto del todo la actitud de la justicia en este caso, de bastante menor cuantía que otros muchos que a diario se producen. No se ha  ido contra los que directamente y en público ofenden al Rey, a la Bandera y al Himno de España. No se ha ido contra los que a diario están tramando la partición de España, a cara descubierta y con un descaro impresionante. No se ha ido contra los que utilizan las redes para promover desórdenes, atentar contra las Instituciones, manifestar su apoyo al terrorismo de ETA y a sus presos. No se ha ido contra los que a diario atentan contra la Constitución privando a muchos españoles de los derechos que la misma establece. No han ido contra los que allanan a diario las propiedades privadas y públicas. Son tantas cosas graves las que la justicia deja pasar o hace la vista gorda que lo que ahora han hecho con estos dos titiriteros de mierda sobrepasa los que puede considerarse mesura y ralla en el  ensañamiento. A estos dos elementos y a su grupo teatral se les debe dar una lección que tarden mucho tiempo en olvidar, ya sea con privación de libertad o con sanciones económicas, pero no debe inferirles un tratamiento como si de miembros activos de Al Qaeda se tratara. Y con ello no los justifico, en absoluto. Me dan asco los grupúsculos de gandules dedicados al mamoneo de la farándula a cobijo de las faldas de la progresía sectaria y totalitaria. Creo que los poderes públicos deben marcar los límites y no dejar que se traspasen, pero siempre con las garantías del Estado de Derecho. En el caso de los titiriteros, tanta culpa tienen ellos como quienes consienten la extralimitación de su actividad y además, a raíz de esto se sabe con nítida claridad donde está cada cual, los que defienden el Estado de Derecho y con él el orden y las libertades individuales y los que por el contrario anteponen su visión sectaria de la sociedad al bien común de la misma. Es bueno que Pablo Iglesias, Alberto Garzón, Ada Colau y otros muchos se vayan destapando y que la sociedad se percate de una vez por todas  de sus intenciones.

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Titiriteros

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