El cainismo que impera hoy día en la política española no tiene parangón, en la izquierda, en la derecha y  en el  secesionismo catalán. Ya no importan los programas ni la gobernación del país, ni la crisis que asoma  las orejas ni la parálisis presupuestaria, aquí y ahora lo único que importa es la lucha fratricida entre “caínes” y “abeles”, el quítate tú que me pongo yo de las listas electorales pero llevado a la máxima expresión.

Desde el principio de la reciente democracia la izquierda formaba una familia en la que el hermano mayor el PSOE se repartía la mayoría de los bienes familiares dejando al PC/IU las  migajas, aun cuando la auténtica y valiente izquierda, la de PC, fue la que mantuvo viva la lucha durante la dictadura mientras el PSOE fue presa de un profundo y cómodo sopor del que despertó marxista en el Congreso de Suresnes  para mutar en socialdemócrata en el Congreso Extraordinario de 1979. El PCE a pesar de la etiqueta eurocomunista adoptada por Carrillo se veía como un partido viejo y de porte antiguo frente a la figura joven,  prometedora y para muchos ilusionante que ofrecía Felipe González , apoyado por su padrino político el gran líder socialdemócrata alemán Willy Brandt. La izquierda comunista bastante diezmada y resucitada al fin en una amalgama de siglas como IU, se conformó con su papel segundón frente a la izquierda socialdemócrata moderna representada por el PSOE. En su mejor momento, 1996 con Julio Anguita al frente IU consiguió 21 Diputados,  que han ido descendiendo hasta 2011 en que solo consiguieron 11 escaños.

Con la aparición de Podemos y tras fagocitar a IU, la extrema izquierda se crece y en 2015 ya consigue  69 escaños frente a los 90 del PSOE, distancia que se reduce en 2016 al conseguir 71 escaños frente a los 85 del PSOE y dando lugar a los primeros rumores del “sorpasso” de Podemos al PSOE y por consiguiente saltando en éste todas las alarmas. Pablo Iglesias se ve ya Vicepresidente del Gobierno e intenta colocarse a la altura de Pedro Sánchez,  dando con ello comienzo a una guerra de ególatras  en la que Iglesias dio una de cal (apoyo para echar a Rajoy) y otra de arena (no apoyo de los Presupuestos obligando a Sánchez a convocar elecciones) pero Sánchez tuvo claro desde el principio que Iglesias y Podemos eran el enemigo a batir y reducir a la insignificancia y casi lo consigue en las elecciones de 2019 donde aumenta esa mínima distancia de 14 escaños de 2016 (85/71) hasta llegar a 81 (123/42), si bien no por méritos propios sino por el comienzo de la descomposición de Podemos.

Las desavenencias y el vergonzoso mercadeo de sillones al que hemos asistido últimamente nos deja entrever que no se trata de coincidir programáticamente en mínimos que permitan formar Gobierno y que importa un bledo a Sánchez y a Iglesias lo que pueda acaecer al país en tanto tiempo sin un Gobierno mínimamente estable; su guerra es personal, ego versus ego, Narciso contra Macho Alfa, con resultados que ya intuimos  y las encuestas confirman, Pedro Gana, Pablo pierde, la neo socialdemocracia revestida de populismo de  imagen y banalidades que inventó Zapatero, aumentada en lo banal por Sánchez, es la que triunfa y la que envía a la extrema izquierda al lugar que siempre tuvo, condenada por no haber sabido administrar el voto prestado.

En la izquierda en asunto ya se ve más o menos claro, Caín mata a Abel y sanseacabó. En la derecha todos quieren ser “caínes”. Entramos en una nueva era política en la que una renovada y jóven clase dirigente se comporta como gallos de pelea (que son los únicos gallos no violadores de gallinas que se salvarán en el juicio final). El PP parece ir desprendiéndose de todo aquello que lo lastraba, corrupción, indefinición, marianismo etc.  y se deja llevar por una nueva generación, de vieja escuela, que no tiene muy claro cómo recuperar el inmenso terreno perdido a manos de oportunistas a su izquierda y su derecha. Por su izquierda un  pipiolo de marketing al que se le quedó pequeña Cataluña y abandonó a su suerte a pesar de ser el Partido más votado, para venirse a la Villa y Corte a hacer las Américas y que,  tiempo al al tiempo   si no lo vemos volver a su Barcelona natal con el rabo entre las piernas.

Muy crecido al verse solo a nueve escaños de un PP derrotado y bajo mínimos pero con una sólida implantación territorial,  renuncia a su partida de nacimiento, transversal , centrista, con notable inclinación a la izquierda por parte de los fundadores (ahora desaparecidos) y con el ánimo de poner una vela a Dios y otra al diablo (legislatura anterior Andalucía PSOE y Comunidad de Madrid PP, legislatura actual Murcia. Madrid. Castilla León PP y Castilla Mancha PSOE). Ahora su meta ya no es la del partido centristas capaz de facilitar gobiernos a diestra y siniestra, los nueve escaños que le separan de Casado le han provocado un ansia que ya no se ve sino como jefe de la oposición una vez conseguido el “sorpasso” al PP,  que tal parece que no va a ser así porque sus cabreados por pelearse con el PSOE votarán a Sánchez y los votos prestados del PP y los cabreados de Casilla La Mancha irán a Casado; al final y como en casi todos los Partidos que nacen en torno a una persona y toman prestadas la ideas, Ciudadanos más pronto que tarde quedará relegado a un nivel  insignificante  y Albert Rivera “Riverita” al de su colega emergente Iglesias.

Rivera tuvo en sus manos la formación de un Gobierno de centro izquierda que hubiera favorecido la estabilidad del país y con ello la economía, evitando al tiempo que Sánchez cayera en manos de los independentistas o se pasara meses mareando la perdiz  y jugando al “Trading Floor Game” (el juego del intercambio) con Iglesias hasta dejarlo exhausto por aburrimiento.  La soberbia del cainita Rivera, muy mal aconsejado por quiénes le hacían ver que comerse a Casado era cosa hecha, nos ha llevado a esta situación de incertidumbre en la que Sánchez se frota las manos viendo cómo sus adversarios se devoran entre ellos.

Del otro cainita, Abascal  y el ultraderechista VOX y tras la reconciliación de los cabreados con el PP, podría quedar un partido residual de extrema derecha, necesario para frenar el buenismo de la nueva política, mantener la llama del nacionalismo español y velar por la conservación de muchos valores que la nueva clase política desprecia, pero poco o nada más, otro gallo derrotado.

En Noviembre, si el voto del centro y derecha no toma la misma dirección, estaremos en la misma situación de provisionalidad e inseguridad que en este momento, con un Sánchez crecido en su soberbia, un Iglesias derrotado pero todavía necesario, catalanes y vascos frotándose las manos y la derecha  desfondándose mientras  averigua cual de sus tres líderes es el más “macho”. Los votantes de centro y derecha deberíamos reflexionar seriamente sobre el asunto. España es más importante que la batalla entre  tres caudillos de Playmobil.

De los catalanes hoy no toca, están de diarrea crónica  independentista.

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Y Caín mató a Abel. España es así

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