El 18 de enero de este año que se nos acaba OXFAM, Organización no gubernamental de cooperación para el desarrollo, presentó su Informe 210. Su título, una denuncia: “Una economía al servicio del 1%”. Su reto: “Acabar con los privilegios y la concentración de poder para frenar la desigualdad extrema”. Sus razones, en una reflexión: “La desigualdad extrema en el mundo está alcanzando cotas insoportables. Actualmente, el 1% más rico de la población mundial posee más riqueza que el 99% restante de las personas del planeta. El poder y los privilegios se están utilizando para manipular el sistema económico y así ampliar la brecha, dejando sin esperanza a cientos de millones de personas pobres. El entramado mundial de paraísos fiscales permite que una minoría privilegiada oculte en ellos 7,6 billones de dólares, una suma mayor que el PIB de Reino Unido y Alemania juntos. Para combatir con éxito la pobreza, es ineludible hacer frente a la crisis de desigualdad”.

         A la crisis financiera entre los años 2.007-2.009, ha seguido la recesión económica que pone sobre la mesa, por lo menos, tres grandes peligros ocultos tras la burbuja del crédito, amenazando ahora con impedir el retorno a un mundo con cierta estabilidad económica y progreso social. Destaca el escandaloso gigantismo del sector financierosin regular, ni limpiar, a estas alturas en relación con el resto de la economía. También destaca los desequilibrios comerciales globales, sobresaliendo dentro de la Unión Europea, entre  Alemania y el resto de la zona €uro. Y desde luego la desigualdad. Entendiendo este punto, el potencialmente más peligroso para el funcionamiento de la democracia y el capitalismo, hace apenas tres años que ha comenzado a recibir la atención que precisa.

Los profesionales de la economía han sido educados en el dilema entre equidad y eficiencia del sistema productivo. Es verdad que, una cierta diferencia en renta entre los ciudadanos genera incentivos para progresar, aumenta su nivel de formación y de inversión, contribuyendo así al crecimiento. Pero no olvidemos que las sociedades avanzadas se diferencian por garantizar la igualdad de oportunidades y posterior redistribución de la renta para reducir el porcentaje de ciudadanos más pobres, buscando promover un crecimiento más inclusivo. La desigualdad económica se ha convertido en la enfermedad social de nuestro tiempo. Las diferencias en la distribución de la renta y de la riqueza dentro de nuestros países alcanzan niveles equivalentes al periodo “entre guerras” del siglo pasado; estamos en una segunda “época dorada”, donde la creación de riqueza y desigualdad van de la mano.

Esta “enfermedad” está documentada de manera abrumadora y brillante por el economista francés Thomas Piketty en su libro El capital en el siglo XXI. Su tesis es que la desigualdad económica es un efecto inevitable del capitalismo y que si no se combate de manera contundente, la inequidad seguirá aumentando hasta llegar a niveles que socavan la democracia y la estabilidad económica. Piketty entiende que, la desigualdad crece cuando la tasa de remuneración del capital (“r”) es mayor que la tasa de crecimiento de la economía (“g”), la desigualdad aumente cuando “r>g”. La desigualdad se redujo de forma rápida e intensa en la postguerra, prolongándose durante casi treinta años. Las políticas keynesianas de estabilización del ciclo económico, el sometimiento de las finanzas a rigurosas reglas, la aparición de instituciones de control democrático y las políticas salariales y sociales del Estado de Bienestar fueron la razón de esa edad de la igualdad.

         Sin embargo a partir de mediados los ochenta, la desigualdad vuelve con mayor intensidad que a principios de siglo pasado. Todo, consecuencia de una reacción neoliberal contra el Estado interventor. La desaparición de la Unión Soviética, La desregulación y globalización. Se produce un mantenimiento general del crecimiento económico, con progresivo desplazamiento de actividades desde la economía productiva hacia la economía financiera y la especulativa. Disminución del peso de las rentas del trabajo en el PIB y consiguiente aumento del de las rentas de capital. Disminución de la capacidad recaudatoria y del carácter redistributivo del sistema fiscal, con consecuencias sobre la sostenibilidad y la función del Estado de Bienestar.

El catedrático de Política Económica de la Universidad de Barcelona, Antón Costas manifestaba sobre la desigualdad que: “como economista puedo encontrar algunas razones para aceptar una cierta desigualdad, pero no conozco ningún argumento económico que justifique los niveles actuales. Al contrario, hay muchas razones para temer sus consecuencias”. El profesor Costas entiende que la desigualdad reduce el consumo de amplias capas sociales, y sin consumo de masas el capitalismo no funciona; pero sobre todo, convierte a las economías de mercado en volátiles e inestables. La desigualdad polariza la sociedad en dos grupos, no solo de renta, sino también de expectativa de futuro. Su traducción es, un aumento del malestar y de los conflictos sociales de todo tipo, haciendo imposible la existencia del contrato social que toda sociedad necesita para funcionar. La desigualdad es lesiva para la democracia, en la medida en que es un caldo de cultivo propicio para todo tipo de extremismos y populismos. La desigualdad corrompe los sentimientos morales y los fundamentos éticos que requiere una sociedad democrática que gestiona una economía de mercado. El profesor Costas termina: “Se podría decir, por tanto que la desigualdad es un poderoso disolvente del pegamento que una economía de mercado necesita para ser estable y producir progreso económico y social. La desigualdad puede acabar matando al capitalismo y a la democracia”.

       El economista Manuel Escudero asesor especial de la Oficina Global Compact de la ONU, analiza las dos causas de fondo de las tendencias expuestas. Sostiene que, el mercado ha triunfado sobre el bien común, lo público ha cedido frente a lo privado y la economía ha sido teñida de neoliberalismo económico. La expresión gráfica de la colonización de lo público por lo privado en España, la tenemos en el hecho de que más del 97% de las ayudas públicas en 2012 ha estado dirigida a rescatar al sector financiero y la opinión pública no ha sido informada de cuanto de ese dinero va a ser devuelto o cuando. Mientras tanto se recortó el gasto social hasta extremos inauditos.

Y lo más grave es que, en este escenario tan injusto, es donde se está produciendo el mayor cambio de base productiva, desde la primera industrialización. Estamos en una transición desde una base industrial (la que se creó con la máquina de vapor y la electrificación) a una nueva base digital. Si esta mutación se realiza sobre la base del desequilibrio que padecemos a favor del mercado, generará aún más desigualdades. Los efectos de la digitalización sobre los mercados son fulgurantes, los ha transformado al instante en globales. Uno de los fundamentos microeconómicos de la ideología del triunfo del mercado, nos lo da el modo como se mide el éxito de una empresa: No a largo plazo o por el bienestar que trae a los ciudadanos, sino por la maximización de su valor bursátil.

Las nuevas tecnologías digitales producen una reasignación gigantesca de las rentas, con unos muy claros ganadores (el capital, los trabajadores no adscritos a trabajoS rutinarios y las élites) y perdedores (el trabajo, las clases medias y el común de los ciudadanos). Nos encontramos ante una decisión a tomar: o permitimos que el cambio de base productiva siga su curso espontáneo dirigida por una ideología desfasada e inútil abocándonos a la ruina del contrato social o encauzarla por el bien de todos.

Urge una nueva política concentrada en cuatro temas fundamentales: 1º.-Una fiscalidad para atajar y revertir las desigualdades, protegiendo a todos en esta transición; 2º.-Nuevas políticas de empleo que adecuen el trabajo a esa nueva base productiva. 3º.-Nueva orientación de la educación y el apoyo a la investigación como prioridades reales en un futuro inmediato en el que nos lo jugamos todo. Sobre éstos dos últimos puntos Guillermo de la Dehesa, presidente del Centro para la Investigación de Política Económica, comentaba: “Si España no logra mejorar su sistema educativo y la igualdad de acceso a la educación, no logra reducir las diferencias entre protección del trabajo permanente y temporal o parcial y no mejora, notablemente, las políticas activas de empleo y de integración de emigrantes, el futuro será, sin duda, más inestable”.

Los estudios de la OCDE, indican que, además de las políticas fiscales y las políticas sociales, la formación en los segmentos más desfavorecidos de la población es un canal clave para reducir el impacto de la desigualdad en el crecimiento económico. La inversión en capital humano, en los momentos de mayor desigualdad son necesarios esfuerzos adicionales para que los grupos más débiles no se vean afectados en sus decisiones de inversión en educación por sus restricciones de renta

       4º.-Este cuarto tema es básico para que los demás tenga sentido: el rescate de la democracia. No podremos revertir las desigualdades o enfocar en términos de progreso la transición sin reformas disruptivas que fortalezcan la democracia. Tratar de reequilibrar lo público frente a lo privado  llama urgente a la democracia como factor clave de reequilibrio. El hecho de que este desequilibrio que sufrimos, se combina con la transición a una nueva base productiva que puede ampliar aún más  la desigualdad, refuerza esa necesidad.                 

Nuestra democracia arrastra el déficit del excesivo poder que desde la Transición se otorgó a las cúpulas de los partidos políticos y, que ha devenido en un sistema alejado de la sociedad que se devora a sí mismo en el paroxismo de casos de corrupción al que asistimos. Por eso es prioritario poner nuestra democracia a punto. Pero no será posible si los partidos no asumen su responsabilidad y limitan urgentemente el poder de sus cúpulas mediante una reforma de leyes fundamentales como: Ley Electoral, Ley de Partidos y como envolvente nuestra propia Constitución. ¿Qué harán en sus Congresos los cuatro grandes partidos a partir de febrero? ¡Espabilen!

jffernandez_29@yahoo.es

Desigualdad ¡vade retro!

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