He oído a más de una persona decir “me gustaría dormirme el día 22 de diciembre y despertar el 7 de enero”. A veces he pensado si no tendrán razón para decirlo, porque la Navidad puede ser la celebración más alegre del año y también la más triste y a veces las dos cosas al mismo tiempo.

Yo suelo celebrar Nochebuena con la familia de mi esposa y Nochevieja con la mía. La Nochebuena tiene algo de lo que antes refiero. A la reunión familiar en Yeste, todos los años se unen cinco o seis desdichados que están atendidos en un centro para disminuidos psíquicos en el que trabaja una de mis sobrinas. Todos son de pueblos limítrofes de la Sierra del Segura; todos tienen familia más o menos próxima, hermanos, tíos o primos; todos tienen algo en común, nadie se acuerda de ellos. Les obsequiamos siempre con algún regalo individual y después de la cena se les devuelve a su Centro. A algunos se les ve felices, se ríen, hacen bromas; otros en silencio apenas pueden disimular su tristeza. Es la cara y la cruz de esta sociedad que hemos creado. Junto a una familia que se reúne en torno a la bisabuela para celebrar la Navidad, hay unos pocos que sufren el abandono de los suyos solo porque vinieron a este mundo con menos suerte y siguieron teniéndola sin que nadie reparase en que socialmente podrían llegar a ser recuperables. Seguro que estas familias también se reúnen y tienen esos horrorosos panzones colgados de las ventanas y árbol lleno de bolitas y regalos y hasta un perro con babetel.

Las Navidades más felices eran las de la niñez, recuerdo en el pueblo cuando el sonsonete de la lotería anunciaba vacaciones y a continuación venían el Belén, los dulces y los regalos de Reyes. –por entonces no existía ese panzudo nórdico vestido por Coca Cola-  En Nochebuena mucha gente se echaba a la calle con los clásicos instrumentos del momento, cantaba villancicos y abarrotaba la iglesia en la Misa del Gallo –hoy algunas Misas del Gallo parecen un velatorio- para después recorrer las calles del pueblo en grupos da familias o amigos y terminar la noche entre mantecados y copas de anís al lado de la lumbre.

Hoy poco queda ya de aquellas entrañables Navidades y por si quedaba poco, las grandes superficies comerciales y la “caja tonta” nos invitan continuamente a consumir y a banalizar una celebración que tiene en nuestra cultura occidental un profundo arraigo. Al mercantilismo y deshumanización se han añadido por un lado las mofas de quienes han accedido recientemente a cuotas de poder político y se muestran irreverentes y sectarios contra todo aquello que no coincide con sus ideas; por otro lado, los ataque cada vez más frecuentes de quienes, practicando otras religiones, han sido acogidos por esta sociedad caritativa y débil y nos devuelven el favor destruyendo nuestros símbolos y forzándonos a abandonar nuestras costumbres.

Son los nuevos tiempos, en los que cada uno es libre de pensar y expresarse, pero estos nuevos tiempos no deben traer consigo la falta de respeto a quienes piensan o se expresan de forma diferente. Las raíces culturales de nuestra sociedad occidental se refundieron en el cristianismo y afortunadamente la Edad Media hace ya siglos que terminó. El Islám se empeña en no superar esa época y no son pocos los movimientos sociales y corrientes de opinión que se empeñan en darle alas solo por aquello de que los enemigos de mis enemigos son mis amigos.

“O tempora, o mores” que dijera Cicerón. Los nuevos tiempos han traído nuevas costumbres, muy diferentes a aquellas buenas costumbres que nos acompañaron durante siglos y aunque haya quién piense que todo lo nuevo de hoy será viejo mañana, lo bueno y lo malo de la condición humana perdura en el tiempo. Vamos a hacer acopio, al menos en estos días, de todo cuánto de bueno nos queda y ponerlo al servicio de quién lo necesite. Si además conseguimos seguir haciéndolo cada día habremos mantenido lo que echaba de menos al sabio romano.

Para concluir solo me queda desear “bona ventura”, paz y felicidad para todos los que celebramos la Navidad, para los que no la celebran y  hasta para quienes pretenden hacérnosla olvidar. A cambio solo pido una cosa, respeto.

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Feliz Navidad

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