La  octava Constitución española –si no se considera la etapa franquista- cumple 38 años y es la segunda más longeva, solo superada por la Constitución de 1876 que en sus tres etapas permaneció en vigor durante 47 años, hasta que en 1923 fuera derogada por la Dictadura de Primo de Rivera.

Es curioso el desconocimiento que se tiene del texto constitucional y de los principios que lo rigen. Una reciente encuesta realizada por NC Report para el diario La Razón nos viene a decir que un 47% de los españoles no la ha leído nunca y tan solo un 15% la ha leído completa, aunque un 70% de los encuestados considera que ha sido muy positiva para la consolidación de la democracia.

No deja también de ser curioso y conviene que los jóvenes lo sepan y los mayores lo recuerden, que en el Referéndum para  la aprobación de la Constitución de 1978 solo participó el 67,11% de los algo más de veintiséis millones y medio de electores, de los cuales  el 82% votó favorablemente. La abstención, 32,89%,  fue muy elevada tratándose de un asunto de trascendental importancia con lo que y en definitiva, la Constitución de 1978 fue aprobada tan solo con el 58,97% del total de los españoles con derecho a voto.

Sigue siendo igualmente curioso que en Cataluña el porcentaje de participación fue algo superior al nacional, con un 67,91% y el voto afirmativo supero también en porcentaje al nacional, con el 90,46%; es decir, los catalanes de 1978 se sintieron más constitucionalistas que la media de los españoles, detalle que habría que recordar a los que hoy han rehusado asistir a la celebración de los actos conmemorativos y refrescarles la memoria también haciéndoles saber que fue Cataluña la Región o Comunidad –como se quiera- que salió más beneficiada de lo que se votó en ese día, seguramente porque los catalanes de entonces sabían o intuían cosas que la pandilla de indocumentados actuales que la gobierna ignora.

Lo del País Vasco más que curioso fue triste y lamentable. A pesar del regalo que se les hacía en la Disposición Transitoria cuarta con la posibilidad de anexionarse Navarra –y a punto están de conseguirlo- , la participación no llegó al  45% y el voto positivo se quedó en el 69%, pero para entonces el mundo abertzale y ETA eran los que partían el bacalao y los nacionalistas moderados habían enmudecido a pesar de sus ocho Diputados en el Congreso.

Ahora, al cabo de 38 años y gozando de buena salud, somos muchos los que pensamos que hay que actualizarla y adaptarla a nuevos tiempos y situaciones tomando como referencia  aquellas cosas que en su momento pudieron ser convenientes y con el paso del tiempo se han convertido en escollos para la convivencia y para el mismo funcionamiento del Estado. Dicen los jóvenes que ellos no la han votado y para muchos esto significa ausencia de compromiso, así como si cada generación tuviera que refrendar en las urnas toda la estructura jurídica e institucional del Estado. Por otra parte, las fuerzas políticas con representación parlamentaria han demostrado en esta ocasión quienes están por la labor de respetar –aún modificando- la Constitución y quienes están abiertamente en contra de ella y del modelo de Estado que esta consagra. Un total de 96 representantes del pueblo español en el Congreso han renunciado a celebrar la efeméride, ello es algo más de la cuarta parte, el 27,42%, lo que nos viene a decir que en torno a una cuarta parte de los españoles, por ellos representada, está por hacer pasar a la historia este modelo de Estado y embarcarse en no sé qué experimentos de alquimia para reconvertir el oro en basura.

Entre los Partidos constitucionalistas, el PSOE anda enredado también en un experimento de “Freddy el químico” que consiste en convertir el actual Estado,  de sangrante deambular  succionado sin piedad por un ejército de  sanguijuelas territoriales, en otro modelo, que dice llamar asimétrico,  en el cual  en Estado sigue adelgazando igualmente pero dejándose succionar preferentemente por los hematófagos catalanas y vascas en detrimento del resto. Es lo que han dado en llamar el Estado Federal Asimétrico, que ninguno sabe definir y que a todos se les llena la boca al pronunciarlo.

Hay quién da importancia al asunto de la sucesión en la Corona y quién piensa que se deben afianzar más los derechos de los españoles, hay quién no quiere modificaciones solo por dar más autonomía a Cataluña o País Vasco, hay quién quisiera eliminar el concierto que vascos y navarros vienen disfrutando. Aquí, como en el futbol, cada cual se convierte en entrenador y propone una serie de cambios aún a sabiendas de que nada va a cambiar porque en nada se van a poner de acuerdo quienes tienen la responsabilidad de hacerlo. Si fuera yo ese entrenador y tuviera potestad plena de hacer los cambios, me pensaría si el Estado debe recuperar totalmente las competencias en educación, sanidad y justicia y en orden público con la eliminación de las policías autonómicas; si en la política exterior caben las embajadas catalanas; si deben existir CCAA uniprovinciales; si se debe mantener el concierto económico en País Vasco y Navarra, si no habría que eliminar el Senado y el Tribunal Constitucional; si no convendría adelgazar la Administración eliminando las Diputaciones; si no sería conveniente desarrollar para hacer realmente efectivo el Artículo 155; si no habría que bajar los humos a los vascos anulando la Disposición Transitoria cuarta para que Navarra siga siendo Navarra y un largo etc. de cosas que veo y no me gustan, pero que sé que mis proposiciones no llegarían a ningún sitio porque el dilema está entre el ser o no ser de la España nacida en 1978, de nuevo las dos Españas de Machado, la de las dos banderas, la del eterno rencor.

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La Constitución cumple 38 años

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