El pasado día 14 de enero se celebró el Comité Federal del PSOE en el que se aprobó un calendario para nuestro proceso interno, donde se contempla las Primarias para cubrir la vacante de Secretario General y el Congreso que actualizará y renovará nuestro proyecto político. El día 15, 24 horas después del Comité Federal, Patxi López presentaba su candidatura a Secretario General. He leído su presentación y volveremos sobre ella, cuando se haya cerrado el plazo de presentación de candidaturas y dispongamos de las presentaciones de todos los aspirantes, pudiendo hacer un análisis de lo expuesto en cada uno de ellos. Solo destacaré del documento de Patxi López, sus referencias a las sociedades europeas, a la socialdemocracia europea, a la firme voluntad de defender “un proyecto europeo sólido y diferente al que nos están imponiendo”. Propone “reforzar la Unión, reforzando la ciudadanía común, los derechos compartidos y la solidaridad entre unos y otros”. Entiende que “solo la izquierda es capaz de liderar un nuevo impulso de la Unión Europea. Por eso tenemos que buscar las alianzas necesarias con otros Partidos Socialistas europeos, para luchar sin complejos por una Europa social de ciudadanos y ciudadanas libres”. Me llamó la atención, muy positivamente, todas sus referencias a la Unión Europea, lo suyo es una excepción que se agradece, sobre todo por inusual, incluso en parlamentarios europeos.

La Unión Europea ha iniciado el 1 de enero de 2017, un año muy difícil y crucial en el que está en juego su propia existencia. Los antecedentes vividos en 2016 se hacen muy difíciles de superar, sobre todo en el tema de las migraciones. Duro es decirlo, pero en esta cuestión hemos puesto en entredicho nuestros propios principios sin garantías de cortar la xenofobia. Europa ha preferido cerrar los ojos y firmar un acuerdo, sin tener en cuenta la situación interna de Turquía, confiando en un Gobierno turco de tendencia autoritaria (y en aumento), pagándole por ello. Todo antes que organizar y sufragar los mecanismos adecuados para gestionar humanitariamente el flujo de refugiados, implicándose a fondo en una solución en la guerra de Siria. Tampoco se ha tenido en cuenta la situación interna de Grecia, enfrentada a una muy dura negociación con sus acreedores sobre la reestructuración de la deuda griega. El Gobierno griego ha tenido, los dos últimos meses de 2016 tres huelgas generales; teniendo muy serias dificultades para soportar la presión de los que llegan a su territorio, sin medios para hacerlo, sin ayuda y sin posibilidad de darles salida hacia otros estados limítrofes que han cerrado fronteras.

       Los Gobiernos de los 28 países de la Unión Europea – España incluida – son corresponsables de la decisión de cerrar las puertas en fronteras. Ya han arriesgado los principios humanitarios que fundamentan nuestros valores. Pero deben de saber que no hay fuerza policíaca, muro, ni alambrada que detenga a las personas que quieren meterse a un país rico para mejorar su vida y la de su familia. Precisamente es útil en estas fechas ver el historial migratorio de la frontera entre México y Estados Unidos para entender que se trata de un flujo imparable que más vale gestionar. La presión de los refugiados implica un esfuerzo colectivo de imaginación, un aliento extra para conducir y distribuir ese flujo migratorio, de una forma muy distinta a la que se les ocurrió a los franceses en 1939. Actuar a partir del miedo al emigrante y encerrarnos dentro de una muralla es el camino más fácil, pero también  es el menos europeo de los caminos.

       “Desde el primer martes, después del primer lunes de noviembre”, nuestra atención está más atraída por la Casa Blanca, su nuevo inquilino y su larguísima familia. Quizás se no haya pasado por alto que el presidente del Parlamento, hasta ahora ha sido Martin Schulz, socialdemócrata alemán que deja la presidencia del Europarlamento para optar a la Cancillería alemana. Y aquí se ha montado el lio. No tiene sentido que habiendo un acuerdo con los populares europeos para la continuidad de los socialistas en la presidencia del Parlamento durante cinco años de legislatura, no lo hayan tenido en cuenta. De esta manera con esta derrota los populares tienen en sus manos  las tres principales instituciones de la UE. Suena a un miserable desprecio al grupo socialista europeo, que desde las últimas elecciones europeas, en 2.014, ha sido su mayor y principal valedor en el Parlamento y al Presidente de la Comisión Jean-Claude Juncker. Desde el inicio de esta Legislatura el grupo socialista europeo apenas ha conseguido acuerdos, especialmente en temas como: política social, estabilidad presupuestaria o estímulos fiscales. Han amparado “angelicalmente” a Juncker en su Plan de Inversiones y los excesos fiscales de las multinacionales. Pero lo más grave es que, después “de los servicios prestados” los populares europeos, se permitan el lujo de ningunear a los socialistas y dejar que Tajani salga elegido prometiendo a los euroescépticos “menos Europa. Es de esperar que decaiga el apoyo a unos socios absolutamente desleales.

       El recién despedido 2016, a partir de primeros de noviembre ha dado un giro de 180º, todo ha empezado a cambiar y a marchas forzadas. Los gobiernos de la UE parecen no haberse dado cuenta – Sr. Rajoy incluido -. En el caso del inquilino de La Moncloa pretende tener una mejor relación con el inquilino actual de la Casa Blanca, que con el anterior, Barak Obama– pasando de manera displicente del amplio alcance que haya supuesto la elección de Donald Trump como presidente de los Estados Unidos.  

       Del comportamiento del equipo negociador de Theresa May, primera ministra británica, se deduce que parecen convencidos de que su único imperativo es conseguir tantos beneficios para el Reino Unido como sea posible. A los partidarios del Brexit parece importarles poco las implicaciones de seguridad de ir por su cuenta, porque suponen que Estados Unidos mantendrá su papel de policía global.

        En Bruselas, en las Instituciones de la UE (incluido el presidente de la Comisión), todavía piensan que el efecto dominó del euroescepticismo es la mayor amenaza de la UE. Durante la crisis griega, la estrategia de la UE fue decidir los términos de un trato y decirle a Grecia que lo aceptara o lo dejara. Si Grecia intentaba negociar, la UE iba haciendo las condiciones menos atractivas, hasta que las condiciones se hacían insoportables. A pesar de la experiencia, la UE parece decidida a recurrir a la misma técnica negociadora. Michel Barnier, responsable del equipo negociador para el Brexit, ha presentado al Gobierno británico una factura de 50.000 millones de €uros para cubrir las pensiones y otras obligaciones hasta 2030.

       La UE y el Reino Unido están envueltos en una danza mortal que se puede alargar en el tiempo, hasta que se acabe. Si eso fuera así, la solución sería incluso peor que un mal Brexit: uno sin negociar, en el que el Reino Unido no deja la UE, sino que queda fuera de ella. Ambas partes negociadoras del Brexit, deben aceptar la realidad cambiando de estrategia. Por parte británica, no es de recibo presentar tácticas de negociación que socavan las bases mismas de las que esperan beneficiarse. Por su parte la UE debería alejarse de posturas rígidas, por muy comprensibles que puedan ser.

A todo lo escrito no se nos debe olvidar, añadir la repercusión de las elecciones en Holanda, Francia y Alemania sometidas a la “guillotina” de los ultras – si los socios principales caen, cae la UE –. Todo lo escrito dificulta la adopción de grandes decisiones que son necesarias. También urgentes, urge cohesionar Europa para poder afrontar con garantías un conjunto de amenazas: la situación interna turca y su derivada en la cuestión de los refugiados; la sangrienta volatilidad siria; la increíble inquina rusa a los países bálticos.

       Europa, la Unión Europea no pueden ni deben renunciar a relanzar las políticas hacia los vecinos. Ni por supuesto a completar la unión económica y monetaria: poner en marcha la unión bancaria, crear un Tesoro europeo, ampliar los planes de inversión, un nuevo enfoque hacia el crecimiento y el empleo. Urge recuperar nuestra agenda social: derechos colectivos, jóvenes y parados de larga duración, seguro de desempleo europeo y complementario. Se hace imprescindible avanzar en un despliegue común en Defensa. El poder suave, pacífico y solidario de la Unión Europea será internacionalmente más necesario que nunca, pero también más difícil mantenerlo, imaginen  acrecentarlo. La propia construcción interna comunitaria que fundamenta ese poder está en entredicho, por sus fracturas internas. Hemos de acotar los objetivos, seleccionar los programas, medir las acciones, buscar calendarios viables implica ahormar todos esos instrumentos a un realismo militante. Se deberían diseñar más microprogramas piloto: (de eurobonos, de recepción de inmigrantes, de control de costas, en favor de los dependientes), interesando que sean fácilmente financiables. La Unión Europea tiene que tener voz, ser respetada, condicionar y prepararse para tejer alianzas el día en que las uniones artificiosas y adversas decaigan.

  

 

 

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Dudas, incertidumbres y peligros

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